Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Una idea en el suelo

Cuesta encontrar una idea, no siempre aparece cuando uno más la necesita, porque escribir, aunque sea este boletín, hace falta un poco de creatividad. Pero quiero hablar de una vez que encontré una idea en el suelo y dije “ésta es mía”. No consideré el hecho que se le ocurrió a otro y que yo me estaba apropiando de algo ajeno para caer en lo que muchos llaman plagio. Y esto, en literatura, es un tema más que sensible.



Pero resulta que la idea que encontré estaba abandonada, como suele estar la basura en las esquinas y que alguien recoge porque le viene bien, porque le hacía falta. Y las ideas no abundan, pregúntele a los publicistas, a los marketineros, a los cazadores de temas centrales en los periódicos, en los que se gastan noches enteras para preparar un programa de televisión, los diseñadores también entran en esta lista.


Una cosa que está tirada en la calle es del primero que la encuentre, diría un razonamiento normal. Heme aquí entonces con la idea que me tocó en suerte, pero como en la vida hay que ser honrados a como de lugar, les diré que la encontré porque estaba descartada, tirada, abandonada a su suerte porque a su dueño no le servía para nada. A simple vista era una idea fácil, que se le puede ocurrir a cualquiera, y así son las ideas, son buenas si uno sabe qué hacer con ellas. ¿De qué me sirve una buena idea, si no puedo darle un destino adecuado? Las ideas son difíciles de poner en práctica, porque si se las conduce mal no te llevan a ninguna parte. La dificultad está en ponerla en práctica, de allí que no me sea extraño haberla encontrado en la calle.


Una idea es algo intangible, un concepto para ser llevado a la realidad, que es el lugar donde da sus frutos. Este hallazgo me llevó a escribir una crónica sobre las ideas, valga la redundancia, que nadie quiere. Puede estar tirada una idea de ser honestos, que a los políticos no les sirve. Puede estar descartada la idea de un sueño sobre un mundo mejor, que muchos ven como una enorme responsabilidad. Puede estar tirada una idea de compañerismo, que los egocéntricos no ven y puede estar tirada una idea de cómo dar y recibir amor. Algo que muchos, que no la tienen, la pisotean a diario, porque no saben mirar a donde ella se encuentra. Porque están apurados por encontrar eso que no ven.

C.G.P.

La medida de los sueños



Debe ser así, que bajo las distintas capas de pintura con la que nos educaron, que nos impusieron y con las cuales siempre hemos creído que éramos felices o nos conformamos, haya una mano de pintura de lo que realmente somos. Debe quedar esa tintura de lo que siempre quisimos ser y nos animamos, presionados por lo convencional y lo que ‘debe hacerse’ y de ‘cómo debe hacerse’, según el gusto de los demás. Hablo de ese pintor escondido que no dejaba explotar su alma de colores, de ese personaje que quería pensar y expresarse en un libro, ese manuscrito que existe en cada uno de nosotros.


Volver a ser como niños para empezar a jugar y encontrar lo que nos gusta y nos haga ser completos como personas. Hablo de ese poeta de palabras emocionadas que no se animaba a escribir, hablo de ese cantante que dejó de esconderse en la ducha para cantar la canción que le dictaba el alma. Hablo del guitarrista que soñaba sacar arpegios a la guitarra o al arpa encantada de música del alma. Hablo del que quería decir las cosas que pensaba y no se animaba a enarbolar su bandera de sus convicciones. Hablo de los indignados que dejaban hacer a los políticos sus insensateces y sus derroches a costa de la gente humilde. Hablo del que cedió a la tentación de expresar sus ideas y hacerse vocero de los que no saben cómo expresar las injusticias de la vida.


Raspando bien en la personalidad de cada uno, debe estar el color de pintura original de lo que éramos, de lo que debimos ser y no pudimos. Porque nos deseducaron, nos amaestraron en ‘valores’ de comportarnos como pacíficas ovejas en el corral de la sociedad. Nos quitaron los colores del pincel con que debíamos pintar nuestras vidas, la música que era nuestra banda de sonido, el original de nuestra película, de la obra maestra a la que tenemos derecho.


Usted podrá decir, “ese no es mi caso”, feliz de los que tienen escrito su libreto tal cual lo idearon. Porque también existen los conformes con el destino que les ha tocado. Si esto fuera así con todo no habría tanta injusticia en el mundo, por ejemplo no existirían los que todo le es poco y no les alcanza porque siempre ambicionan más. Y no digo más. Raspen en la piel de lo que verdaderamente son, descubrirán el color de la pintura original, el boceto de la vida que siempre quisieron y no se animaban a mostrar.


Bendita suerte de ser como uno es.


C.G.P.