Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

lunes, 29 de agosto de 2011

Leyes de la vida





Que todos vamos a cumplir las leyes de la vida, contrato involuntario que contrajimos al nacer, que no es otra cosa que crecer, vivir y morir dignamente si es posible. Y, si se mira bien, eso es lo único que tenemos y es por lo tanto, nuestra riqueza, es lo que seamos capaz de recolectar en nuestros sentimientos e ideales, todo ello en el tiempo vital que nos toque en este mundo. Como la muerte no tiene bolsillos, parece ser que lo único que nos justifica es, como diría la compositora argentina Eladia Blazquez: “eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir, porque no es lo mismo que vivir, honrar la vida”. Esto lo dice en su celebrada canción Honrar la vida. Una gota de profunda filosofía cantada y diciendo evidentes verdades.


Por eso respeto a los que luchan por sus ideales, aunque no los comparta, porque veo que son capaces de dar lo más preciado que tienen, la vida a servicio de una causa. Hay mucha gente, y sorprendería el número en caso de estadística, que viven para acumular bienes terrenales y no tienen más deidad que el dinero. Pero también la falta de ambición es necedad, de los que eligen ser vagabundos para creerse dueños de una nube. Son los que sueñan y a veces se los llama poetas, son los que cantan y a veces se los llama trovadores, son los que han sido seducidos por los caminos, que son como los días, cada uno distinto del otro.


Parece ser un estigma, pero cuando más se piensa en la vida, uno más se extravía en esto de ser coherentes con el período de tiempo que nos ha tocado vivir, un plazo del cual no tenemos ninguna garantía de durabilidad. Como se diría, en una vida vamos del cielo al infierno tan temido, somos buenos o crueles indistintamente, y son raras excepciones los que se tributan al conocimiento y la filosofía. Detrás de esta cortina que llamamos existencia no hay nada para muchos o promesas de eternidad para muchos otros. No son otra cosa que monedas de esperanza que se pagan con plegarias. Por eso, honrar la vida, no es otra cosa que tener una convicción y no traicionarla, y más si somos irremediablemente creyentes que nuestros sueños se van a cumplir.


Y hasta aquí no he llegado a nada más que hablar sobre la vida y la muerte como si las tuviera en una mesa de disección, no tengo nada más que un puñado de presentimientos que solo justifican mis pensamientos de un mañana mejor. De tener suerte de encontrar a gente noble para contagiarnos de su superioridad, porque que las hay las hay, aunque siempre exista un resentido. Siempre te encontarás con alguien que te atropella porque cree que lo que ganaste con esfuerzo, le pertenece a él por la efímera creencia que somos todos iguales. A cada uno lo suyo, pero también es muy bonito el compartir, aunque en el catálogo de este mundo exista esa especie que Dante, ubica en los más profundo del infierno, los desagradecidos. En el retribuir está la esencia de la dignidad de la vida, somos lo que damos y nos justificamos con lo que la bondad de los otros nos retribuye. El que crea también que anidado en su egoísmo, como un satélite que gravita por sí mismo, debe pensar si tuvo en su vida momentos felices, se dará cuenta que sólo cuando estaba acompañado sucedieron cosas como esas. En este tramo que llamamos vida el peso de los otros es necesario e inevitable, por eso es mejor hacer un mundo a la medida de los demás y que nos calce también a nosotros. Es decir, honrar la vida, es también un sueño colectivo, para que todo no sea más que durar y permanecer. Fue Saramago el que dijo que somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir.




César González Páez
Publicado lunes 29 / 8 /2011
Diario Última Hora

martes, 23 de agosto de 2011

Como ovejas, globalizadps


Nosotros solemos alabar lo que llamamos esta era de la globalización y el estar enterados de todo en minutos, de tener supermercados y tiendas con lo último en tecnología, nos hace sentir que estamos seguros en una sociedad organizada. Hasta los ladrones se organizan para robar mejor, los policías, los políticos, todos se organizan para hacer mejor las cosas, aunque muchas de ella estén enfrentadas con la honradez. Aunque la palabra globalización parece ser lo más democrática que hay, no hay justicia igual para todos y muchos casos de corrupción quedan en la nada por la inacción de los jueces o fiscales. Pero, funciona se diría, con los pequeños cacos que se roban un caramelo en vez de una fábrica de dulces. En esta era globalizada, en gran medida por los medios de comunicación que te dan en bandeja las novedades, aprendemos algunas palabritas en inglés y nos sentimos y creemos cultos. Estamos enterados, vía Wall Street que una empresa norteamericana obtuvo un repunte en sus ganancias y no tenemos la menor idea de qué vende esa corporación. En el idioma y logros de los otros no está nuestra identidad, deberíamos saberlo pero no lo entendemos del todo bien. El cine nos trata como quiere y su principal condimento es la violencia o sexo, pero la taquilla tiembla y también, como estamos educados en la globalización, nos sentirnos orgullosos o ‘ciudadanos del mundo’ cuando un estreno, se da a nivel mundial y lo podemos ver ‘al mismo tiempo’, que en otras salas del mundo, en nuestro shopping más cercano. Tinta mala es la globalización, si nos hace olvidar nuestras raíces, nuestras canciones y esas anécdotas que nos definen como ciudadanos de esta maravilla que es nuestro país con su sello irrepetible. Fue José Saramago. el escritor español y Nobel de Literatura, el que dijo al defender la cultura de los campesinos, entiéndase por los ‘incontaminados’ de tanta propuesta foránea, que “la globalización es incompatible con los derechos humanos” y todos pararon las antenas porque alguien pensó un poco más allá del tema . Para el autor, la globalización le merecía esta reflexión para estar en contra. “


porque todos estamos controlados y no importamos nada’ . Y este es un asunto serio cuando nos convertimos en un número estadístico y, señaló que es más preocupante cuando por ejemplo a los gobernantes sólo les interesan los derechos políticos, pero los humanos no, que son la clave de la existencia. No estaba equivocado al hacernos pensar que tenemos que ser libres de las ofertas y de las oportunidades que se tasan en los bancos o en los shoppings, de todo aquello que tiene un precio y que da ventaja sólo a aquellos que puedan comprarlo. Basta un ejemplo que padecemos, creo que todos. Ese adminículo llamado celular que nos lleva a estar comunicados al instante, dejó de ser utilitario para convertirse en una suerte de trampa tecnológica. Ya no nos interesa el aparato en si mismo, pues cada día viene otro modelo con otras novedades, que televisión, que internet, que te ubica geográficamente, que te permite chatear y otros lindezas. Y así, si no estamos actualizados con cada uno de estos servicios, nos sentimos que nos estamos ‘quedando atrás’. Esos son algunos de los síntomas de la globalización perniciosa, la que nos hace vestir iguales, comprar lo último y ver el mundo en un plasma. Globalizados, en este globo que llamamos mundo y que creemos poder llevar en el bolsillo.




C.G.P.

lunes, 1 de agosto de 2011

En defensa de la poesía

Todo parece indicar que la poesía ha retrocedido y que se ha atrincherado en grupos pequeños, en solitarios escribas que hablan de las emociones que generan los fenómenos y los sentimientos de la vida, pero que nadie escucha ni se interesa por ellos. No se habla ni se recita poesía en estadios, en teatros con lleno total, lo que hay que suponer que hay que defenderla. Si, ampararla para que no sucumba y esté presente para los que la han olvidado, los que no tienen en cuenta que la poesía tiene su fuente natural en el lenguaje oral, que su ritmo en el decir de los versos y sus rimas son para que a la memoria le sea fácil recordar.  Se han atrincherado los poetas, en talleres literarios, en sesiones de lectura que parecen más bien una reunión de conjurados. El hombre y la mujer común ya no la tienen en cuenta a la poesía en sus cantos al trabajo, para contar sus historias grandes o mínimas, para hacer dormir a sus niños. Como antaño se hacía, como en otros tiempos se rezaba en tiempo de poesía.  Los poetas grandes, los comprometidos, los que movían montañas de ideales de amor o combate se han replegado. La poesía es el entretenimiento sutil de unos que se hacen llamar intelectuales, que presentan cenicientos libros que con rapidez pasan a engrosar la lista del olvido. Hay que animar, resucitar el hábito de que la poesía y que esté presente en la canasta familiar de primeras necesidades. Porque la poesía nos educa en el pensar y tener un concepto ético del mundo, donde sentir y amar no está mal visto.

C.G.P.

Eso que somos...





Hay veces que las cualidades de una persona no se manifiestan desde una temprana edad, hay veces que deben pasar por las pruebas que nos ponen a todos en movimiento sintomático con el mundo. Esto es que cada persona que viene a este valle de lágrimas,como suele decirse, sirve para algo. Descreo de esa filosoía del escritor español Antonio Machado, cuando describe a un hombre provinciano, de esos que uno calificaría de ‘manso’ o simplemente de ‘conformista’. Este escritor lo define de una manera mas tajante cuando escribe en sus versos “no es una fruta madura ni podrida, es una fruta vana”. Una fuerte y antipática definición para quienes tienen la filosofía de no enemistrase con el mundo y no ser demasiado ambiciosos, sólo en eso de llevar una vida planificada y dulcificada por el tranquilo acontecer de la rutina de un pueblo. Eso es tener una cualidad, que puede sacarle de sus cabales a los precipitados, a los ansiosos por conseguir más , que tiene la idea que si uno no está produciendo, iniciando proyectos y nuevos desafíos no está viviendo.


Pero de cualidades estamos hablando, hubo un hombre, un actor británico que curiosamente nos hizo reir sin hablar, y aunque el cine no hubiera sido mudo en su época, lo mismo hubiese ahorrado palabras para decirnos un monton de cosas sólo con gestos. Tenía una cualidad, la de no expresar sus sentimientos hacia afuera. Sus padres descubrieron esa rara cualidad cuando, siendo un pequeño niño se cayó de una escalera y pese a que rodó por varios peldaños no emitió sonido alguno de llanto o de pedir auxilio. De ese accidente infantil le surgió el nombre que luego utilizaría como mote artistico, sus padres desde ese momento le pusieron de apodo Buster, que en inglés significa ‘porrazo’. ‘Porrazo’ Keaton o Buster Keaton, tenía la rara cualidad de no expresar sufrimiento, por lo cual no encontraron mejor ocupación para él, que meterlo en un cañón y lanzarlo al aire en un espectáculo circense. El hombre bala aguantaba todo y había encontrado, desde luego, trabajo.


También puede surgir el hecho que es la ocasión de nacer en determinado momento y lugar pueden marcar la personalidad de una persona. Cuentan que Fiodor Dostoievski, nació en un manicomio y no porque estuviera loco sino porque allí trabajaba su padre como médico. El ambiente tenso y conflictivo marcó su personalidad por su permanente contacto con los enfermos mentales, lo que dejó la impronta que se manifestaría en su obra literaria, su cualidad de explorar en la conducta humana, los motivos ocultos que precipitan que alguien haga esto o aquello. Un hombre puede hacer cualquier cosa y eso tiene una explicación que no siempre es fácil de detectar, Dostoievski tenía ese talento. Aunque él pensaba que el hombre en la superficie de la tierra no tiene derecho a dar la espalda y a ignorar lo que sucede en el mundo, fue la circunstancia que lo marcó. Y cuántas vidas no han sido calibradas en sus facultades para encontrar su lugar en el mundo, pues, como decía, toda persona que viene a este mundo sirve para algo. Lo importante es descubrir esa veta que haga que no seamos sólo una ‘fruta vana’ de la vida.



C.G.P.