Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Ética de la palabra no es una utopía



Cuando las letras apuntalan las ideas y los hombres que la escriben son fieles a su pluma, es posible que el mundo mejore. Alguien ha dicho que la labor de escritor es uno de los oficios más decentes que quedan. A través de la escritura y sus diferentes vertientes, de testimonio o ficción, se pueden esgrimir razones contra la injusticia y la corrupción, contra la apatía de los sentimientos y la degradación del arte de amar. Por la poesía y la narrativa se van desencadenando, en forma de atrevida prosa, las palabras. Así van nombrando las maravillas o las pesadillas que conforman el inventario del mundo. Son aventureras que exploran nuevos territorios mentales del ser humano. En cada hombre o mujer hay un o una idealista que cede paso al oportunismo, al facilismo de permanecer en lo preestablecido sin cuestionarlo, la literatura suele despertar a ese ser dormido que existe en el interior de cada uno. El que, cuando se da cuenta, ocupa su lugar en la barricada de las ideas.


Sino basta recordar a aquel lejano Quijote que vio lanzas en las paletas de los molinos, que trató como una dama a una humilde mujer de la calle. Enseñó la cortesía de la imaginación, que puede hacer que las cosas cotidianas, que sentimos que están mal, cambien.


Porque no siempre tienen razón los que dominan, no siempre los desposeídos han de ser ignorantes por decreto. Puesto que la sabiduría también corre por la vertiente humilde de la imaginería indígena y también por los elegantes pasillos de las cátedras universitarias; pasa por la versión de la vida que cumple al pie de la letra un hombre campesino al que puede considerársele justo por no haber violado ninguno de los diez mandamientos. En igual medida y en la misma balanza, será justo el artista que no sometió la ética de una pluma a la comodidad del halago.


Como se ve, la escritura sirve y puede asentar verdades, por eso el oficio de escritor reclama la madera de los ideales — que no tienen precio— redactados con honestidad. No importa en qué estilo, si en la intimista poesía o en la fronda de la narrativa, embarcados en el género del absurdo, el displicente relato de costumbre o en el serio ensayo. Hay muchas técnicas para hacer pan, pero en ningún caso puede faltar la harina, así el escritor no debe olvidar- se que hay reglas de sinceridad inclaudicables en la literatura.

C.G.P,



martes, 18 de octubre de 2011

Basura inteligente

No sé si ha observado, que muchas veces en la basura que hay en las calles, con mucha frecuencia aparece algo desechable que le puede ser útil, algo que ha perdido su utilidad para el dueño original pero que a usted era eso que le hacía falta. Un viejo ventilador, por poner un ejemplo, con una pieza que le estaba faltando al suyo y ¡Ahí está! Como anillo al dedo. Del mismo modo se pueden encontrar cosas sofisticadas o artísticas que la gente no sabe reconocer como tales porque las tilda de antiguas o inservibles. Eso sí olvídese de encontrar un cuadro original de Picasso y no lo confunda con ese poster desechado con una obra del genio español, tampoco encontrará las obras completas de Borges. ni una réplica del Cacique Lambaré. Pero se encuentran cosas interesantes y…, ojo, sin ser uno reciclador, es decir sin tener el oficio de juntar botellas de vidrio o de plástico, ni el consabido oficio de recoger cartón. Hablo del simple observador y, como tal, he tenido la suerte de encontrar botellas antiguas de soda, esas de vidrio grueso y pico de metal, no sé por qué, pero me gustan. Porque son un retazo del pasado, me hacen acordar a pasados mediodías cuando ese sifón alegraba con burbujas el almuerzo familiar de los domingos. Hay cosas descartables que por lo tanto van a la basura, pero el que sabe mirar va al rescate, y no sólo sifones, se pueden hallar botellas de gaseosas, de esas que ya no vienen más o una medalla desechada que recuerda un acontecimiento social. Hay, pienso, para todos los que se distraen en estas cosas nimias, pero llenas de contenido, reliquias del pasado cotidiano, que son muchas veces las huellas de aquello que no se consigue más porque se ha dejado de producir, de vender, de regalar en lejanas ‘promos’ publicitarias. Por todo lo expuesto no siento la mínima vergüenza de agacharme a recoger algo de ese reservorio de recuerdos, aunque después no me sirva para nada más que para alegrar un estante.


Pero ¿a qué viene todo esto? Leo un artículo por ahí que dice que internet es un basurero inteligente


donde se pueden encontrar verdaderos tesoros. Para la razón, para la inteligencia, para la investigación… ¿se entiende? Del mismo modo que nos sorprende un objeto valioso en la basura real, podemos encontrar información inestimable esparcida entre escombros de información. Es cuestión de observar y estar atentos a la pesca de esa sorpresa que nos da la búsqueda. Textos antiguos que uno creía que no se editaban más aparecen en la pantalla, y, algo que me fascina, discos de vinilos cuyas melodías se pueden copiar merced a la gentileza del dueño de la página que comparte la misma pasión. Y usted pensaba que nunca iba a recuperar esa melodía que escuchaban en su adolescencia o en su niñez. Uno puede entretenerse de mil modos en las redes de internet, que se comporta tal cual uno es. Si busca otro tipo de informaciones, de índole erótico, fotografías del pasado que hablan más que una crónica periodística, seguro va a encontrar lo que le gusta. A esta altura usted comprenderá que lo que estoy tratando de decir es que frecuente, dese una vuelta por ahí, piérdale el temor o no le haga caso a esa creencia que se tiene que hay que ser un experto para entrar a navegar por esas aguas virtuales en la frágil barca de sus conocimientos. Nadie ha aprendido sin hacer ejercicios previos, sin equivocarse o sin meterse en problemas. Y eso sirve para cualquier estadio de la vida, aunque sea virtual. Sólo un consejo para recoger cosas valiosas del basurero inteligente que es internet, Eso  si, manténgase alejado de la tecla ‘delete’, o borrará todo lo que he escrito hasta aquí.


C.G.P.