Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

lunes, 26 de enero de 2015

AL BORDE

Y usted se
preguntará…


¿Por qué escribimos, los que creemos estar atrincherados en la zona fronteriza de lucha entre la mentira y la verdad? Y si la veracidad es de alguien ¿quién reclamará el derecho de propiedad? 
Muchos escribimos parapetados del lado de la autenticidad, eso entendemos, pero… ¿quién nos ha reclutado y nos ha bendecido con el derecho a decir, no lo que nosotros queremos, sino lo que dicta la certeza?  Supongo que es una inclinación humana sentir que la veracidad es un derecho muy importante si queremos una existencia digna.  Guerras se han perdido por mala información,  ideas que podrían haber generado el entendimiento entre todos, se han perdido a causa de aquellos que no sabían contarlas.  
Piense un poco ¿podría describir cómo es tal o cual perfume? ¿Podría contar el aroma de una manzana sin caer en la obligada estrategia de la comparación? Que no es igual al de naranja, ya lo sabemos, que es único, también. La tarea de describir y cómo contar una verdad es un oficio y de hacerlo bien, es un arte cuya cepa no abunda.       
Muchos se mueven en el frágil terreno de los que son corruptos y se hacen pasar por honrados, honestos hombres de ley que cumplen con sus obligaciones y, si les queda un resquicio, pontifican acerca de lo que debe hacerse y lo que no. Hay que andar con mucho cuidado con esos notables cínicos que llevan años en el oficio del parecer. 
No es que uno diga ‘soy periodista’ porque tiene trabajo en un medio de comunicación o porque se acostó a la sombra de un título universitario. Si se fijan bien no hay vestimenta para  este oficio como el que usan los sacerdotes o los soldados y ‘uno sabe’ qué son y qué hacen. Sólo de vez en cuando uno los reconoce cuando, en los frentes de guerra o de disturbios, se los ve con una remera blanca con un escrito en la espalda que dice, simplemente, “Periodista. No dispare”.
Pienso que cronistas de nuestra vida, somos todos. Los que buscamos la veracidad en nuestra vida común, que nos digan siempre las cosas como son para saber qué hacer o qué decisión correcta tomar. Para oxigenación de nuestros actos debemos estar bien informados, aunque luego no volquemos en palabras lo que creemos es la autentica información. Otros abrazan ideales, como el que todos tenemos derecho a estar correctamente informados y que ‘alguien tiene que meterse en honduras’ para extirpar  una corrupción, abrir cajas oscuras de mentiras; descubrir papeles comprometedores, que corren las cortinas de los que los que están empecinados en que los creamos decentes.   
Ese deseo de encontrar la verdad uno lo observa en la vida diaria, en parejas que se separan porque ella o él ‘me mintió’, hecho que genera desilusión. No reclaman otra cosa que autenticidad. 
Y no vaya a creer en eso que hay medias verdades o apariencias tolerables: si uno piensa que va a encontrar la  cristalina existencia con esos conceptos terminará por estrellarse en la decepción. Y usted se preguntará …¿Y quién eres tú, piensas que te vamos a creer todo lo que cuentas en tus crónicas? Pues hay medio trabajo en comunicar la verdad y es, justamente, que te crean, que le parezcas "creíble". 
Bueno,  para eso están las fuentes, las pruebas, las evidencias pero, sospecho, que debe ser trabajo del lector, el dueño de creer o no en lo que escribo, el que se ocupe de la otra mitad. La que completa la noticia y hace que alguien esté convencido  que has contado cosas con fundamento y si te mantienes en esa línea hasta puedes ser considerado con el tiempo en un informador ‘creíble’, título honorífico que cuesta ganar. 
Leo con frecuencia que verdad puede ser sinónimo de ‘sinceridad”, de “realidad” y pariente cercana de “honestidad. Ahí puede usted encontrar algunas otras pistas para descubrir en qué consiste nuestro oficio.  Escribimos porque estamos empecinados en pensar que la verdad es el único remedio que cura lo destartalado de la sociedad.


 César

Literatura

La brevedad como 
ejercicio literario



Uno de los ejercicios más atractivos, por lo difícil, literariamente hablando. o escribiendo, es llegar a redactar bien un cuento breve. En este caso no se presta fácilmente la frase si breve dos veces bueno. Porque tejer una trama con una economía de telegrama, con una síntesis irrefutable y una comunicación que conlleve una lectura en “entrelíneas”, es un ejercicio de laboratorio cerebral que muchas ganas hay que poner, pero no siempre el producto es de buena calidad. Muchos escritores que practican este deporte de la brevedad, han llegado a formar una especie de competición  en la cual el ganador será aquel intelectual de las letras que con menos palabras –contadas ellas- pueda darnos la idea de una trama bien lograda. 
Citar a Augusto Monterroso sería por cierto casi obligatorio, pero esta vez lo dejaremos de lado para que el  lector recuerde su célebre cuento breve, sí, ese que traspola la  fuente de un sueño para decirnos que el “dinosaurio sigue allí”. Bonita fábula, porque incluye un animal aunque sea prehistórico, pero no ha sido el sumun de los ahorros verbales a lo que aspiramos  y todavía puede ser quebrantable con otro récord, que se generará de alguna pluma genial y, por cierto, desconocida. Hasta aquí escribir un cuento breve  es callarse un poco y escribir menos pero con la maestría se subirse una línea que nos conduzca a una historia, que deje satisfecho a todos y agregar que fue escrita asumiendo todos los riesgos para mejor espectacularidad, como suele decirse: columpiarse en un fugaz espacio sin red.  Muchos escritores, esto hay que admitirlo, abusamos de las palabras y muchas veces no se nos aclara en la mente  sus verdaderos significados, de allí que tropecemos con algunas piedras en el camino. 
En ese sentido mis respetos van para los escritores de  novelas policiales, que lo primero que hacen, por lo menos los grandes autores del genero, es no menospreciar la inteligencia del lector. Más bien tienen la mejor disposición de creer que quien los lee es sagaz, intuitivo y lo que es más difícil, alguien a quien no se puede engañar con facilidad. Por dichas razones el escritor de cuentos breves deberá tener un alto respeto por los lectores crucigramáticos que los esperan del otro lado del cuento.  Tender una trampita para luego afirmar lo contrario, es un juego fácil y los mecanismos de razonamientos  suelen sufrir decepciones cuando el lector no está cumpliendo con la regla mínima de una trama policial.  En ese género sabemos que hay un muerte, que hay una razón para el crimen, un culpable y una complicada trama de ocultamientos. El más impensado personaje o la más rebuscada razón para el delito es lo que opera como anzuelo infalible para atrapar, pero ciertamente el cuento breve no puede atraer solamente por su brevedad, sino que es un resultado matemático de utilizar las palabras correctas en su momento justo. Otra fuente de mucha ayuda para este ejercicio de decir las cosas con las menos palabras posibles, es el haikú de los japoneses, en que tres líneas ordenan un sentimiento, un paisaje o una delicada trama que merece la atención del lector. 
Este ejercicio fue valorado por Jorge Luis Borges que lo practicó y no siempre con certera flecha. Esta  afirmación es personal debido a que la poesía se concentra más en los estados sentimentales que hechos meramente descriptivos. Sin embargo hay uno que se le atribuye de sutil trama, ahí va y lo hace en tono de pregunta: ¿Es un imperio esa luz que se apaga o una luciérnaga?
En síntesis, si está por escribir un cuento breve, lo siento, está en problemas. En cambio  lo afortunado sería escribir un cuento que contenga todo lo que quiso decir y encima bendecido por la brevedad.

  
César

lunes, 19 de enero de 2015

Un comentario

Pasen y lean la pesadilla,
sin fin, sin moraleja

Por Antonio Carmona
Periodista
Publicado en Última Hora 17 (
Enero 2015)

Quedé inevitablemente atrapado “hasta el final de la canción” que César González narra en su primera novela, hasta más allá de la última página, hasta la misma contratapa que en la mayoría de los libros es solamente una puerta que cierra, muda e incierta, algo que ya pasó, un añadido que probablemente nunca leamos;  y que en éste es una invitación a comenzar de nuevo por el final, en ese epílogo que, como los prólogos de Borges, no es un formalismo editorial, sino la provocativa invitación a la aventura: “Señoras y señores, pasen y lean, que ya nos apura el argumento o sea: la vida.”   O sea, la aventura de la ficción, la aventura de la vida o de la muerte que es una novela.   
Invito a los lectores a comenzar por la contraportada, que creo que debería ser la tapa, como en el Gran Teatro del Mundo, que nos convoca desde su carpa incierta a entrar en un escenario donde las maravillas y las miserias danzan juntas.  ¡Pasen y vean, pasen y lean!
Este prólogo epílogo está implícitamente escrito en el comienzo de toda buena novela negra que empieza abriendo una puerta a un detective, generalmente pobre y en apuros,  al borde de la quiebra de la vida, con la tentación de una Bella dama, despampanante, inquieta e inquietante, una partida de tipos rudos, mujeres ligeras y letales, cifras alucinantes en  dólares y una aventura peligrosamente incierta, en la que le ha tocado representar el papel de “la Bestia”. 
La novela negra  desde Dasiel  Hamett, a Ross MacDonald, pasando por Raymond Chandler o por Boris Vian, nos pinta el gran teatro del mundo de la vida, el gran miserable mundo, la gran miserable vida, aunque con la tentación de estar envueltos en mágicos escenarios de lujo con abundante brillo de estrellas de neón. 
Un mundo burbujeante que esconde debajo de la alfombra las miserias, en el que la vida y la sobrevivencia se negocian con plata o plomo.  Casi no hay buenos ni malos, o mejor, no hay bondad ni maldad, sino la rutina de la violencia, la de gozar a toda costa, a costa de cualquiera que se ponga en medio; donde no se sobrevive por el valor, ni por la fuerza, ni siquiera por el dinero, sino por el instinto de olfatear las trampas de la vida. Y en muchos casos, sobre todo el de los detectives, quijotes y sanchos al mismo tiempo, por el olfato de sobrevivir, aunque sea tristemente, rodeados de un tendal de muertos.
El fin de la novela negra no es desentrañar un enigma o descubrir al asesino, sino entrar en la ciénaga. Hundirse en el estiércol. O no verlo, obnubilado por el oro que lo cubre y lo encubre.
No se preocupen por la basura que la narración va poniendo apestosamente al descubierto, “el dinero –dice el detective de esta historia- aún metido en estiércol huele a incienso”.
Y cierra el narrador-protagonista-víctima “dejo con sabor a nada para los ojos del futuro” “¿Quién paga un muerto en la noche?   ¿Quién se anima a involucrarse con un extraño tendido en la acera?”
Quédate hasta el final de la novela es la invitación traicionera de toda novela negra, sólo que se trata de una canción que no termina nunca…el muerto en la noche tendido en la vereda es sólo una anécdota…siempre hay otro muerto tirado en el asfalto unas páginas más allá del inquietante final de la novela, siempre hay otra canción, siempre hay otro trago más,  por amargo que sea…Y al doblar la última página, otra página se abre en la pesadilla del lector, el terror sigue más allá del libro, está a la vuelta de la esquina. 
Pasen y lean la pesadilla,  que no tiene final ni  moraleja…nunca termina, ni siquiera de día, porque la noche continúa girando, como un disco rayado, como diría Discepolín: “al mundo nada le importa… Yira, yira”.

Editó Servilibro

Perplejidades


Palabras con
maquillaje


Muchas veces el lenguaje va cambiando y dice la Academia de la Lengua Española que es normal que esos suceda porque se trata de un idioma vivo. De modo que lo que decíamos ayer de tal manera hoy puede exprsesarse de otro modo. Y muchas veces se comienzan a usar esos cambios para decir lo mismo pero atenuado si nos conviene. Ahí van algunos ejemplos:
* Es lo mismo robar que malversar, pero la segunda palabra parece más elegante y quedaría mejor si dijésemos “lesión de confianza’.
* Se suele decir que los medios informativos manipulan la opinión públicacuendo en realidad se trata de un ‘fenómeno mediático’ 
* Porque ‘zoquetero’ o acomodado político si es más distinguido señalarlo como un ‘asesor’.
* No dice más que tonterías, será más afortunado decir que sus ‘expresiones fueron sacadas de contexto’.
* No es maleducado, lo oportuno es señalarlo como ‘transgresor”.
* Usted no es pobre ¿Me entiende? ‘Es carenciado’
* Una mujer no es fea lo que sucede es que ‘no está producida’-
Y estas definiciones ya están en nuestro hablar cotidiano y muchas veces encubren o maquillan con nuevas expresiones. Y ahí van otras:
* ‘Decíle que no estoy”. Esa excusa queda mucho mejor con la consabida  frase ‘el señor está en una reunión’,     
* Sepa que muchos políticos no están en la impunidad, sino que tienen ‘fueros’.
* Muchos no está trabajando en negro, simplemente están en una ‘
‘pasantía’.
* Cómo hacer para vender algo que nadie compra. Fácil, se dice ‘promo’.

* Usted no se está auto medicando, está probando una ‘terapia alternativa’.

Literatura



Insólita carta
a…un libro

Una autora del siglo XVI, Anne Brdstreet,  le escribe esta misiva poética a un libro suyo que acaba de salir de la imprenta.

César González Páez.
Como es habitual en los que somos lectores empedernidos, muchas veces nos encontramos con textos aburridos, otros exaltados, algunos melosos, otros curiosos y también condimentados con la ironía. Y todos esos asombros vienen en el formato de un libro, que por lo menos en uno que ha atrapado mi curiosidad y, espero, que después de contarles de qué se trata, concite la atención de ustedes. El volumen se titula Antología del amor apasionado, una selección de textos y prólogo de Ana María y Alicia Steimberg.
En sus páginas encontramos textos románticos, como era de suponer por el título del libro publicado por Alfaguara.
Lo extraño es que no se han recopilado poemas, solamente,  sino cartas de grandes personajes, segmentos de conocidas novelas de autores universales que hablan, por supuesto del amor y de lo que genera ese sentimiento que es cuna y motivación de muchas otras historias con sus infinitas combinaciones. Pero se hn buscado las aristas más insólitas para decir en literatura lo que uno siente.
Es una travesía, esa es la palabra adecuada  fascinante a lo largo de la literatura de todas las épocas: desde Platón hasta Freud, desde la Biblia hasta Simone de Beauvoir, pasando por Delmira Agustini, Shakespeare y, ¿por qué no?, Corín Tellado. También aparecen textos de letristas irónicos y hurgadores de la relidad como el poeta argentino Enrique Santos  Discépolo y el irónico cantante francés Georges Brassens, también están pasajes de un clásico como Boccaccio y de un Premio Cervantes, Carlos Fuentes.
Pero lo que me ha interesado sobremanera es un poema de la escritora inglesa Anne Bradstreet (1612-1672), titulado La autora a su libro.y que cito como ejemplo:
La autora
Anne Bradstreet fue la primera escritora y poeta estadounidense en publicar un libro en el siglo XVI. Bradstreet nació con el nombre de Anne Dudley en Northampton, Inglaterra. Durante la gran emigraron de 1630 a América. La biografía que puede lleerse en internet dice que Bradstreet fue inusualmente una mujer muy bien educada para su tiempo. Esto le permitió expresarse a través de la poesía. Escribió sobre política, historia, medicina y teología. Su biblioteca personal se estima que habría alcanzado los 800 libros, mucho de los cuales fueron destruidos cuando su casa se incendió en 1666.  En su mayoría la poesía de Bradstreet está basada en la observación del mundo a su alrededor, centrándose fundamentalmente en temas domésticos y religiosos. Por mucho tiempo considerada primordialmente de interés histórico, ganó aceptación crítica en el siglo XX como escritora de verso largo.



La autora a su libro

Hijo deforme de un cerebro débil,
Que quedaste a mi lado al nacer
Hasta que te raptaron los amigos,
Menos sabios que buenos.

Que te expusieron a las miradas,
Que te arrastraron tambaleante
y mal vestido a la imprenta.
Donde no corrigieron tus errores, ya se ve
Cómo enrojecí cuando volviste,
Mi malcriado vagabundo (impreso)
debió llamar  a su madre.
Yo te dejé de lado como alguien
no apto para ver la luz.

Me fastidiaba verte, pero ya eras mío.
y el afecto podría
tus males remendar, si me dejabas.
Te lave la cara y encontré más defectos.
Limpié una mancha pero hasta eso fue un error.

Te estiré de rodillas para enderezarte los pies
Y rengueabas más que nunca.

Pensaba vestirte con mejores ropas
Pero en la casa hallé sólo telas tejidas a mano.

Con ese atuendo ya puedes andar entre los legos,
A las manos de los críticos no te entregues.
Anda por caminos donde nadie te conozca.
Si preguntan por tu padre, di que no tienes,
Si por tu madre di que ella es pobre,
Y que te mandó a la calle con esa traza.

AnnLe Bradstreet

(1612-1672)

Religión

Elogio de la
vida sencilla


Leo en un libro titulado Nuevas Rubaiyat del poeta persa Omar Khayyan, su extraño y versátil modo de interpretar las religiones, que define de infinitos modos pero especialmente que es una debilidad de la humanidad. Se refería a ese fenómeno de creer en una divinidad ciegamente, sin darse cuenta que la grandeza de Dios está en la creación y en las cosas simples, que no vemos y forman parte de nuestra vida. La lectura de estas “rubaiyat” reflexiones en versos, en el que el único cáliz era el vino que atempera la codicia y, para él, curiosamente vuelve al hombre más humano y transparente. Cuando digo  “hombre” me refiero a humanidad que la componen hombres y mujeres.
Leo este claro pensamiento cuando expresa que hay en la mezquita, en las sinagogas, en los monasterios religiones y sectas que temen al infierno y tienen fe en que habrá un premio. Y termina diciendo que los que conocen a Dios jamás siembran en corazón alguno tan raras semillas.
Entonces puede ser una de lección de este poeta de lo cotidiano y admirador de la obra de la creación, que propone dejar todo concepto religioso para acercarse humanamente a Dios. Acercarnos  con nuestras propias debilidades, pero atentos a los fenómenos de la naturaleza, con la convicción que una divinidad sólo puede tener allí su paraíso.
Admiraba la sinceridad en la manera de sentir, la transparencia de las almas que sólo la tienen las personas simples y los sabios. Después que se ocupa de eso que desvela a muchos, le llama la atención el transcurso del tiempo en cosas inútiles y la ingrata suerte  que “otorga bienes y fortunas al necio, al bribón y con ello priva al recatado y el insobornable”. El hombre, así como inventó las leyes de la justicia también encontró los medios para transgredirlas.
Y estos conceptos que parecen tan actuales fueron escritos en el año 1100 de nuestra era, lejanos tiempos definen la naturaleza y la debilidad del hombre, que no ha cambiado hasta hoy.
Por eso el poeta se refugió en la vida sencilla, y la alegría que sólo dan las cosas simples, beber un vino con una buena compañía, disfrutar de la belleza y compañía de las mujeres, pues si Dios las hizo así, sería un desaire a lo creado, no amarlas. No son sino estos escritos, clásicos de la literatura universal, pequeñas grandes lecciones de vida.


Lecturas

Saber leer en los
libros y en la vida



Los libros son linternas que nos guían en la oscuridad de la ignorancia. La luz que irradian se proyecta hacia lo que queremos apuntar, es decir, lo que queremos aprender. Son enseñanzas que no se olvidan por eso muchos textos se recuerdan con el mismo cariño que uno les tiene a la maestra que le enseñó las primeras letras o aquel profesor de secundaria que, alejado de esa falsa postura de imponer verdades, se dedicaba a contarlas de manera sencillas y sin olvidar esa pequeña dosis de humor que hace que uno retenga las cosas con mejor ánimo.
Los libros, como los árboles tienen hojas que no se caen en el otoño del alma. Hay páginas donde uno siempre vuelve porque tienen la doble magia de atraer por lo que dicen y cómo lo dicen. Y casi siempre es la poesía, pues cumple con creces eso de despertarnos la sensibilidad y la inteligencia para decir aquello que sentimos de una manera coherente e inolvidable.
También puede ser el fragmento de una novela donde se recuerdan cosas inolvidables que les ocurrieron a los personajes cuando estaban explorando todavía el mundo que les tocó vivir.
También está lo que cuentan las personas sencillas, sin otra formación que les dicta que si por un camino ocurren cosas imprevistas o malas, es necesario contarlas para que sirvan de advertencia a los que pasan o pasarán por lo mismo. Hablo de cómo los mayores, que vivieron varios tomos de vida, pueden dar consejos que se encuentran en los libros.
Varios autores célebres que muchas veces dejan de escribir, y cuando les preguntan por qué, suelen sincerarse diciendo. “porque los viejitos que me contaban estas historias, han muerto”.  Uno de ellos era, por ejemplo, el mexicano Juan Rulfo.
Por eso se recomienda a los que escriben, que ‘lean’ las páginas abiertas de mucha sabiduría que hay en los ancianos que todavía se resisten a morir sin dejar la huella en algún sitio, generalmente en la memoria de los que los escuchan. Muchos de esos ancianos suelen decir “no sé escribir, pero yo les voy a contar lo que viví y cómo lo viví, los que escuchan con atención sabrán ordenar las palabras y ponerlas en su lugar. Ponerles a esas historias el ropaje de poesía, novela o cuento.
Y en Paraguay, con su inabarcable veta de oro, que es la cultura oral, hay mucho para explorar para rescatar, porque esos ‘viejitos’ también están cumpliendo las últimas etapas de sus existencias y, tienen la paciencia para contar y trazar el mapa de vidas que en su sencillez encierra las gotas necesarias de sabiduría. 
Escúchenlos atentos, ellos son la portada invisible de los libros no escritos, ellos tienen la palabra que abren las puertas del conocimiento, Y no son menos que nadie, son testimonios vivientes  que hay que redimir para la memoria de todos. 


Oración

Querida
prudencia

Te rezo, en tiempos de malos entendidos, en que la humanidad, cree que los dioses de cada cual están enojados entre sí y llevan sus asuntos a la guerra o a la prepotencia. Todo ese caos parece no tener salida.
Te rezo porque no se me ocurre otro altar que tu dorada cordura que hace muchas veces reflexionar a los hermanos que se matan entre sí, a los que en medio de pestes se alegran que a otros le vayan mal. Los que son incapaces de mirar lo que otros sufren sólo porque a ellos no les pasa e ignoran que el mal es ese reloj que gira y que a cada uno le llega a su momento.
El mundo está repleto de intolerantes, querida prudencia, porque  cada cual tiene sus deidades que saben mirar para otro lado cuando ocurren estos tipos de injusticias. Reclamo tu ayuda en tiempos, que si no se puede cambiar a nadie en sus ideas, por lo menos iluminarlos con la prudencia de saber que si no hay mundo para todos, no habrá vida para nadie.
Te rezo, querida prudencia, para que ilumines el corazón de los sólo tienen un espejo para mirarse a sí mismos. Te invoco porque no tienes otra religión  que saber que en la sensatez, la ira puede esperar, el pensar distinto no debe ser pasto de las llamas y la ambición debe medirse en la sola condición que cada cual tenga lo suyo. 
Y te busco, querida prudencia, en las palabras que te nombran y que son tus hermanas:  Cordura. sensatez. juicio, reflexión, o justo discernimiento.
Invoco a tu pluma, que predica en todas las iglesias, en todas las creencias políticas, en todas las sentencias y en el correcto proceder de los hombres justos.
¿Qué más se puede pedir?
Porque si hablo de un dios en particular tengo que saber que en cada ser humano hay una idea de divinidad y que la pone en movimiento para bien o para mal. Cada persona tiene su dedo acusador y el perdón anda extraviado en el orgullo de no aceptar que los caminos son infinitos, pero todos van creyendo que la prepotencia te lleva a donde quieras ir.
Te rezo, querida prudencia, porque está haciendo falta tu mesura y para que nos asistas  en eso de aprender que tal vez una equivocación no sea sino una mejor pista hacia dónde ir. Pues no vinimos al mundo con el guión escrito de nuestra vida y todo se aprende en el andar y el limar de la experiencia.
Cuando nací, querida prudencia, no sabía de dónde venía y para qué estaba en este mundo. Si vine para cambiar algo o para terminar de educarme en esto que soy parte de ese todo que dibuja la naturaleza con bastante sabiduría y amor. Debería sentirme justificado con la paciencia de entender sólo estamos de paso por la vida y que si hay un destino, es honrar ese trayecto que es solo un lapso. Una vida que tiene sus semejantes, a quienes no tenemos que olvidar, pues de todos modos siempre los encontraremos en el trayecto de nuestra existencia.
Y te rezo a ti querida prudencia, para que todos entiendan más allá de sus credos, de las biblias y textos sagrados  que se leen, de los tratados eruditos o de las ideas políticas que enceguece a los que quieren imponerlas. Lo único que tenemos es saber que la verdad del mundo es preservar esa diversidad con tolerancia.
Si este universo no fuera desigual, si no hubiera, por decir, en la música tantas armonías, todo sería torpemente  neutro y sin sentido. Hasta para ser felices debemos pasar por los caminos de espinas y para llegar al conocimiento no debemos encerrarnos en la caja de un fanatismo, pues si hemos sido hechos diferentes, es porque así lo que quiso la creación.
Te rezo querida prudencia porque sé, en estos tiempos, que  eres la moneda con que puede comprar una tregua, un arrepentimiento y también un oportuno perdón. Sin tu ayuda todo se irá a su propio derrumbe y sólo hay algo a qué temerle en serio, que es cuando las cosas no tienen solución y se toman medidas drásticas que cuestan la vida, la civilización, la fraternidad de vivir de un mundo, nos guste o no, hecho para todos y para cada uno.



La edad


No solo se
trata de vivir


Una de las noticias, de las muchas qua suceden en la semana, habla de una anciana mexicana que es cuidada por su familia y que cumple años. Hasta ahí, nada significativo y es lo que se ve en muchas familias: cuidar el ocaso de un anciano. Lo llamativo del caso es que tal abuela ha cumplido, nada menos, que 127 años y esto es verdad. Después de cumplir un siglo ya estaba viviendo “casi otra vida”.
La prensa se interesó en esta duradera existencia y le preguntó a la cumpleañera qué le gustaría que le regalen. A lo que contestó, sencillamente y con lucidez, “lo que quieran”.
Es deseo de muchos vivir largos años, pero está claro que ello está reservado para pocas almas, privilegiados corazones que laten y vencen el tiempo.
Si uno recuerda novelas clásicas, esto aparece, pero también el hecho que vivir mucho es una castigo, como diciendo que alguien es tan intratable que ni la muerte lo quiere llevar.  Pero observando un poco, y siempre atendiendo las historias de personas longevas, no encuentro ningún sobreviviente que haya vivido en la las ciudades.  Todos son hombres y mujeres que han vivido una vida sin estrés, aunque hayan pasado por momentos de tragedia, esto no ha sido lo cotidiano. Tampoco el duro trabajo del campo, sino la tranquilidad que han tenido la mayoría de sus días. No es una filosofía de existencia sino una realidad evidente.
Y una perla encontrada en el mar de la estupidez de lo mediático, es una pregunta que le hicieron al veterano cineasta y actor Clint Eastwood, que cómo se mantenía  tan vital a sus años. Lo que contestó inteligentemente sobre su manera de vivir, dijo: Mi secreto es trabajar y no dejar entrar al viejo en casa”.
El genial pintor español Salvador Dalí, nos dejo esta frase: ”Muchas personas no cumplen los ochenta porque intentan demasiado tiempo quedarse en los cuarenta”.

Y al final nos quedamos con que sólo se trata de vivir, no de durar, y sin  hay alguna “tragedia “, vamos a decir,  en durar muchos años es que siempre tenemos el alma de jóvenes. Y el mejor consejo que leí viene de otro pintor, Pablo Picasso, que dijo: “Cuando me dicen que estoy demasiado viejo para hacer una cosa trato de hacerla enseguida”. Bueno, la suerte de vida vida que lleven dependen de cada uno y si se trata de durar,  suerte a todos.  Si la vida va a durar, que sea con la calidad de honrarla, dejando este mundo todavía habitable y en orden  para los que vendrán.