Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

lunes, 11 de julio de 2011

Alto, fuerte y lejos...





Aunque parezca ridículo uno podría preguntarse quién va más lejos, si el tigre o el árbol y preguntar no cuesta nada. Pero la respuesta merece la reflexión sobre qué llamamos llegar lejos, si es en el tiempo o en altitud sin duda es el árbol que no se desplaza para ningún lado pero se eleva como para ver pasar la existencia de los animales que pasan a mejor vida porque duran menos tiempo. Si es un tema de quien va más lejos geográficamente es otra cosa, ahí surge la grácil figura del felino, cuyos movimientos tienen la gracia del acecho y fascinaban al escritor argentino Jorge Luis Borges. Que fue más lejos con su escritura y pudo jactarse de haber vivido en dos siglos distintos. Como el árbol este autor dio sombra con sus palabras, como felino tuvo un sueño de reencarnarse en uno de ellos.


Así podríamos preguntarnos a donde vamos cada uno en nuestras vidas, que tan alto, que tan lejos y de cuánto tiempo disponemos para un destino, digamos, respetable o fuerte. Perecedero es lo que dejamos y lo que la gente lleva lejos de lo que fuimos, de cómo llegamos a muchas alturas en nuestros intentos. Y siempre las palabras son las que nos nombran con la herramienta del recuerdo. Ser recordado por muchos es durar y darle eco a nuestros actos. Tal vez llegar alto con una vida digna, llegar lejos con una amistad, con una convicción, de permanecer como ejemplo de alguien que no se traicionó a sí mismo y eso es más que suficiente. Porque los inventarios podemos hacerlos nosotros escribiendo el libreto con la piedad de salvar lo más destacable de nuestra existencia, pero los que ponen la firma del futuro son los otros. Los que revisitan a los muertos para ver a qué altura llegaron, que no es otra cosa que el recuerdo que hemos sembrado. Y más allá, ya en la penumbra de nuestra sombra, de lo que fuimos sólo quedará, como decía Josefina Plá, un ‘perímetro de huerto’.


Uno podría preguntarse tantas cosas, pero sólo vale la respuesta sincera y honesta, que vinimos a este mundo y honramos la vida. Así serán de dignas la existencia del campesino, de la mujer que limpia su casa y cuida de sus hijos, del obrero que hace bien su trabajo, del banquero que no se ve tentado por el imán del dinero, por la honradez de los que gobiernan pensando en su pueblo y no en sus bolisllos. Todos esos llegarán lejos y alto, serán el tigre que va de la vida al sueño, el árbol que permanece y muere de pie. Benditas intenciones de llevar una vida digna, sin que la conciencia tenga que hacer un duro trabajo para ponernos a cada rato en el buen camino de hacer lo correcto. Y habremos dejado algo, por lo menos el trazo de un ejemplo, no habremos sido frutas vanas de la vida sino seres plenos que amaron y sufrieron los embates de la vida con entereza, aunque no sepamos nunca porqué estamos en este mundo, por desconocer el libreto que alguien supremo escribió para nosotros.

C.G.P.

sábado, 2 de julio de 2011

Opinión sobre Luna de Menta

El libro Luna de Menta, sigue cosechando algunas opiniones, aquí una del escritor Víctor Casartelli que envió este comentario desde venezuela, donde es agregado cultural paraguayo. El mismo puede leerse en el diario Ultima Hora, suplemento cultural Correo Semanal del día sábado 2 de julio de 2011.