Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

jueves, 24 de enero de 2013

AL BORDE II

Más allá de la ciencia


No todas las cosas pueden profetizarse, por lo tanto los pronósticos están sujetos a una suerte de imprevistos engranajes.


Dice la sabiduría china que el momento elegido por el azar vale siempre más que el momento elegido por nosotros mismos.

También, si nos animamos a entrar en un momento poético podemos recordar la frase del novelista francés Théophile Gautier. “El azar es el seudónimo de Dios cuando no quiere firmar”

Les voy a contar un cuento que incluí en mi libro Concierto de cuentos, editado por El Lector, allá por 1997. Ahí va:

Tres filósofos matemáticos se preguntaron si era posible medir en términos exactos, el periplo que cumple una hoja que se desprende del árbol. Esta comprobación científica se convirtió en una apuesta primero y en una obsesión después. De ser así y contando con informes precisos del viento y de las probabilidades de lluvia, la hoja se depositaría en un lugar prefijado.

Entonces hicieron una marca en el suelo, una sencilla cruz marcaba el sitio exacto donde aterrizaría el artefacto natural.

Si los pronósticos eran correctos, no dudaban de ellos, la amarilla hoja caería justo en ese lugar y su descenso, controlado por computadora no le demandaría más de dos minutos. Calibraron diversas alternativas a fin de no precipitarse en un error y, expectantes , aguardaron el desprendimiento que no tardó en ocurrir pues era la estación correcta, el viento soplaba a favor y la temperatura no podía ser más óptima en el momento oportuno.

Aunque la brisa pronosticada se aproximó a la hoja, ésta en vez de bajar se elevó, su peso no era obstáculo para un imprevisto vuelo. El orden y la prisa no son hermanos dice el refrán.

De modo que se alejó impulsada por la brisa, después siguió viajando por praderas, luego siguió vagabunda por el lecho de un río, por polvorientos caminos, hasta perderse de vista. Ellos jamás supieron en que‚ lugar se quedó quieta y se apagó su ultimo rumor.

En tanto, debajo del árbol, tres decepciones estaban absortos mirando la señal vacía que habían dibujado en el suelo. Al punto comprendieron la vanidad de su intento: Lo pequeño resiste a lo grande, justamente porque busca su debilidad para derribarlo.

El talón de Aquiles de los sabios es creer que todo puede medirse y predecirse, ignoran a veces que los fuertes condimentos de la libertad son los que generan los cambios en la historia.



C.G.P.

AL borde

El saber de los otros


La sapiencia de oriente, siempre me ha fascinado, por el poder y el efecto que tiene en la elección de las palabras para que, en pocas líneas, a veces basta una, logre abarcar todo un concepto que nos puede cambiar la vida o hacernos reflexionar y corregir nuestros errores. Aquí van algunas frases, extraídas de ese libro inabarcable que se titula Pepitas de oro de José E. Guraieb y publicado hace justo cuarenta años.


* Reflexiona antes de hablar, pues no podrás conseguir que tu palabra vuelva una vez que ha rodado por la pendiente del error.

* Taparse un ojo en un país de tuertos, no es ningún mérito, sino más bien falta de carácter,

* Si es cierto, como dicen, que el ojo del amor es ciego. No es motivo para que se abra sólo para ver los defectos de la gente.

* Hay que saber despertarse de los sueños.

* La vida se reedita y los hombres somos letras que llenan sus páginas.+

* Un libro abierto es un cerebro que habla, cerrado es un amigo que espera, olvidado es un alma que perdona: mas destruído es un corazón que llora.

* El matrimonio es una novela en cuyo primer capítulo muere el héroe.

* Los verdaderos sabios, n su mayoría, murieron pobres, pero la vida se encargó de hacerles justicia, inmortalizando sus nombres y bendiciendo sus obras.

Pero además de frases, se suelen contar pequeñas historias que trasmiten algo para quein sepa aprovecharlas: Esta habla de un maestro, un hombre justo y piadoso, que enseñaba el andar por el camino recto. Un día un discípulo se le presentó diciéndole que ya había aprendido mucho con él pero que le enseñara el correcto proceder, puesto que se creía con condiciones luego de haber recibido sus enseñanzas. Su alumno quería llegaren el menos tiempo posible a su misma condición de maestro.

_ ¿Te sientes capaz de ello?, le dijo el guía “entonces ve a la ciudad, observa lo que allí pase y vuelves y me cuentas lo que viste”.

A su regreso le dijo que vio a un viejo hortelano llevando un burro cargado de frutas y y que un soldado con prepotencia le golpeó y lo despojó de su mercadería.

El maestro entonces le dijo: “Si tu conocieras los santos nombres de Dios, ¿qué le harías al soldado?

- Pediría su muerte, por su impiedad y prepotencia.

- ¿Y que actitud tomó el hortelano frente al soldado? a lo que el discípulo respondió; “Nada, sólo vi en su rostro los signos de la piedad como si hubiera tenido lástima de su verdugo…”

Sólo sirven los hombres que poseen la virtud de la paciencia, el dominio sobre sus pasiones, la bondad, la piedad y la caridad, cualidades que se resumen en el amor. Dones que aún te faltan para ser un modesto amigo de Dios. Le dijo el maestro y dio por terminada la conversación.


C.G.P.