Tu mirada fue lo mejor
que me alumbró este año
de una sequía prolongada.
Encendiste fogatas añejas
que persistían en su cenizas.
Llamas que me recordaron
el camino del deseo.
Desde tu edad transparente
me miraste como un perdón
con una savia nueva de entusiasmo.
Y tuve rabia del tiempo
que se llevan las almas
sin que lleguen a conocer.
Pero tuve la suerte de tu mirada...
¡Qué linda luz en mi noche!
Desde entonces te pienso
de una manera distinta.
Las musas ahora me saludan
para volver a empezar el día
con tu silueta como mapa
y, sin pensarlo, creo en el futuro.
Sí, mi amor, el que me queda,
el que nos aguarda a todos.
Toda esta nueva maravilla
cabe en tu nombre
que pronuncio en silencio
para que no se espante
eso que llamo esperanza.
Y quién te dice...
1912-César
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