Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

sábado, 10 de mayo de 2014

El río del tiempo




Decía un poeta que el tiempo es como un río eterno que se lleva a todos sus hijos y ahora, ese escritor, también ha sido llevado por el “raudal” de los años. Parece un despropósito, que tanto empeño puesto para vivir dignamente termine como siempre, en lo que terminan todas las vidas de este mundo. Las pinceladas del olvido hacen el resto y uno termina preguntándose para esto tanta pasión, tanto trabajo con esta inútil acumulación de días y años.
No somos infinitos, pero nos comportamos como si lo fuéramos, un poco prepotentes de querer vencer el  paso de los años, que tan alegremente pasan. El hecho de creernos que vamos a tener la máxima cuota de vida hace que aparezcan personajes como los avaros que amarrocan para un mañana que no disfrutarán, están los que postergan sus verdaderos sentimientos porque “pueden esperar”. Las mujeres que creen que serán toda la vida bellas y los hombres que serán siempre fuertes. Ninguno de esos propósitos se cumple, entonces la lección que nos da la vida es bien simple; Hay que vivirla en plenitud.
Pero, es así, y quién no lo entienda deberá pastar toda su vida en la desilusión. Vinimos a este mundo para poner un ladrillo más en la creación, un trabajo colosal que no termina de hacerse, porque si uno se da cuenta las cosas son más fáciles de romper que de hacer.
Todos tenemos el presente como el máximo regalo de nuestras vidas, nos puede quedar la nostalgia, los recuerdos que no son otra cosa que postales invisibles que hasta nos pueden hacer sentir sentimientos profundos, como arrepentirnos de no haber hecho esto o aquello. También nos puede hacer llorar al rememorar personas que no están y que hemos amado o que han influido mucho en nuestra existencia.
Entonces lo que tenemos a nuestro alcance es la oportunidad, un material valioso para capturar verdades y logros. El tiempo que más se cuenta es el que abarca la felicidad, la plenitud de haber alcanzado algunas metas. Detrás de la cortina del presente está lo cosechado, lo que hemos logrado y que nos justifica. Honrar la vida y matizar los esfuerzos, mientras continúe. Marcel Proust ha señalado, con una filosofía más que humana, que lo que vale es el ahora y el presente, por su naturaleza es algo que cambia en forma. Permanente y dice significativamente “otro ahora ha entrado en su lugar”.
Todo porque vivimos en esta cápsula de tiempo que la vida nos prestó, y transcurrimos ilusionados que podemos hacer o estamos intentando hacer de esta oportunidad algo valioso.

Las personas se justifican por lo que dejaron y es que no somos más que propietarios de un legado que hay que honrar dejando para los demás algo que cambien mejorando sus vidas.  

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