Decía
un poeta que el tiempo es como un río eterno que se lleva a todos sus hijos y
ahora, ese escritor, también ha sido llevado por el “raudal” de los años.
Parece un despropósito, que tanto empeño puesto para vivir dignamente termine
como siempre, en lo que terminan todas las vidas de este mundo. Las pinceladas
del olvido hacen el resto y uno termina preguntándose para esto tanta pasión,
tanto trabajo con esta inútil acumulación de días y años.
No
somos infinitos, pero nos comportamos como si lo fuéramos, un poco prepotentes
de querer vencer el paso de los años,
que tan alegremente pasan. El hecho de creernos que vamos a tener la máxima
cuota de vida hace que aparezcan personajes como los avaros que amarrocan para
un mañana que no disfrutarán, están los que postergan sus verdaderos
sentimientos porque “pueden esperar”. Las mujeres que creen que serán toda la
vida bellas y los hombres que serán siempre fuertes. Ninguno de esos propósitos
se cumple, entonces la lección que nos da la vida es bien simple; Hay que
vivirla en plenitud.
Pero,
es así, y quién no lo entienda deberá pastar toda su vida en la desilusión.
Vinimos a este mundo para poner un ladrillo más en la creación, un trabajo
colosal que no termina de hacerse, porque si uno se da cuenta las cosas son más
fáciles de romper que de hacer.
Todos
tenemos el presente como el máximo regalo de nuestras vidas, nos puede quedar
la nostalgia, los recuerdos que no son otra cosa que postales invisibles que
hasta nos pueden hacer sentir sentimientos profundos, como arrepentirnos de no
haber hecho esto o aquello. También nos puede hacer llorar al rememorar
personas que no están y que hemos amado o que han influido mucho en nuestra
existencia.
Entonces
lo que tenemos a nuestro alcance es la oportunidad, un material valioso para
capturar verdades y logros. El tiempo que más se cuenta es el que abarca la
felicidad, la plenitud de haber alcanzado algunas metas. Detrás de la cortina
del presente está lo cosechado, lo que hemos logrado y que nos justifica.
Honrar la vida y matizar los esfuerzos, mientras continúe. Marcel Proust ha
señalado, con una filosofía más que humana, que lo que vale es el ahora y el
presente, por su naturaleza es algo que cambia en forma. Permanente y dice
significativamente “otro ahora ha entrado en su lugar”.
Todo
porque vivimos en esta cápsula de tiempo que la vida nos prestó, y
transcurrimos ilusionados que podemos hacer o estamos intentando hacer de esta
oportunidad algo valioso.
Las
personas se justifican por lo que dejaron y es que no somos más que
propietarios de un legado que hay que honrar dejando para los demás algo que
cambien mejorando sus vidas.
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