Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Más allá de la ciencia




Tres filósofos matemáticos se preguntaron si era posible medir en términos exactos, el periplo que cumple una hoja que se desprende del árbol. Esta comprobación científica se convirtió en una apuesta primero y en una obsesión después. De ser así y contando con informes precisos del viento y de las probabilidades de lluvia, la hoja se depositaría en un lugar prefijado. Entonces hicieron una marca en el suelo, una sencilla cruz marcaba el sitio exacto donde aterrizaría el artefacto natural.


Si los pronósticos eran correctos, no dudaban de ellos, la amarilla hoja caería justo en ese lugar y su descenso, controlado por computadora- no le demandaría más de dos minutos.


Calibraron diversas alternativas a fín de no precipitarse en un error y, expectantes , aguardaron el desprendimiento que no tardó en ocurrir pues era la estación correcta, el viento soplaba a favor y la temperatura no podía ser más óptima en el momento oportuno.


Aunque la brisa pronosticada se aproximó a la hoja, ésta en vez de bajar se elevó, su peso no era obstáculo para un imprevisto vuelo. El orden y la prisa no son hermanos dice el refrán.


De modo que se alejó impulsada por la brisa, después siguió viajando por praderas, luego siguió vagabunda por el lecho de un río, por polvorientos caminos, hasta perderse de vista. Ellos jamás supieron en que‚ lugar se quedó quieta y se apagó su ultimo rumor.


En tanto, debajo del árbol, tres decepciones estaban absortos mirando la señal vacía que habían dibujado en el suelo. Al punto comprendieron la vanidad de su intento: Lo pequeño resiste a lo grande, justamente porque busca su debilidad para derribarlo. El talón de Aquiles de los sabios es creer que todo puede medirse y predecirse, ignoran a veces que los fuertes condimentos de la libertad son los que generan los cambios en la historia.

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