Cantan los que rezan porque creen que si rezan Dios los escucha, pero si rezan cantando Dios escucha sonriendo, entonan sus cánticos en las iglesias para cada deidad concebida por el hombre. Cantan porque quieren ser oídos, escuchados en los largos estadios de la indiferencia, cantan porque el alma es un ánfora que se llena mejor con una canción, cantan porque la memoria ama las canciones, las recuerda más que a las oraciones y las promesas.
Si la canción y la poesía se dan, metafóricamente, la mano en una melodía, en una canción, son mensajes contundentes como portátiles, para llevar a todas partes y para recordar en cualquier parte, para dar razones contundentes de amor, de amistad, de reflexión, de advertencias buenas. Muchos cantan para escucharse en la soledad y decirse lo que quieren y ambicionan de la vida, los solos y solas del mundo cantando se pueblan el alma. Dicen algunos que sólo deben cantar los que saben, yo pienso que todos saben pero, sencillamente, no se animan.
Canta el arroyo su tintineante sonido, el agua que cae de la fuente, el viento que silba entre los árboles y los pájaros le ponen sonido al mundo. Todo parece aspirar a la excelencia de la música. Es la revelación más alta que la filosofía, dijo Beethoven que como era sordo la escribía en el pentagrama para escucharla mejor con la mirada.
Hasta allí, en esos recodos más oscuros del entendimiento, donde parece que nada puede entrar, horada la piedra de la emoción una gota de música. Hasta un filósofo alemán dijo que sin música la vida sería un error, se llamaba Friedrich Nietzsche, tal vez lo dijo cantando porque para muchos estaba loco. Franz Liszt, resumió este acertado convencimiento, que la música es el corazón de la vida. ¿Entonces por qué no vivir cantando? Tal vez sea una filosofía de vida que solo saben los cantantes, los que acompañan el coro y los que llevan la música en su canasta básica, en la lista de alimentos esenciales.
Podría ser que la canción comienza cuando el lenguaje común se empobrece y no sabe cómo nombrar los sentimientos, las causas justas. Por eso dedico este artículo a los que cantan o llevan en el alma la canción como un tatuaje tan invisible como imborrable. Hay una canción del cantautor Alberto Cortez, que tiene un final feliz y que me parece que viene a cuento cuando de cantar se trata, se llama ‘Está la puerta abierta’ y los felices versos dicen; “todas las cosas bellas comenzaron cantando, no olvides que tu madre…cantando te acunó”. Son muchas las razones, no hay excusa para no cantar, es muy probable que la música sea lo único que llevemos de este mundo, la melodía de nuestra vida..
C.G.P.
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