Crónica de UN Reconocimiento de agradecidos lectores
Poe Enrique Ostuni
El,
martes 26 de noviembre del 2013, los asistentes al acto de la presentación
formal de cuatro libros de César González Paez, compartíamos unánimes
sentimientos de agradecimiento porque teníamos algo en común: ¡Haber leído a
César!
De los
presentes, algunos conocían sus escritos como periodista, otros fueron además
lectores de algunos de sus cuentos, un grupo más pequeño -que tengo la suerte
de integrar- conocíamos también sus virtudes de poeta disparador de emociones y
pensamientos reflexivos.
Creo
no equivocarme al asegurar que quienes escuchamos a Toni Carmona y a Mario
Casartelli referirse a las variadas formas en la que sabe expresarse César,
asentíamos complacidos por ser parte del grupo de lectores entusiastas de este
excepcional creador literario.
Contentos
estábamos porque César se hubiera decidido a participar de una reunión
multitudinaria superando su proverbial discreción.
También
estuvieron los privilegiados compañeros de ‘la redacción’ que disfrutan desde
hace mucho de la convivencia con tal ‘buen tipo’.
Me
sorprendió saber que César también es músico y que compuso la medolía para
varios de sus poemas.
Para los amigos que no estuvieron presentes, les adjunto estas “perlitas” extraídas de “Jarabe de cuentos”, “Luna de
Menta”, “Sombra de Boleros” y “Anclajes”, títulos de las creaciones de César
gonzález Paez presentadas ayer:
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“HABITANTE
DE LA PLAZA”
de César
González Paez
(pág 155 “JARABE DE CUENTOS” ‘SERVILIBRO’
enero 2005)
Siempre en domingo, iba a la plaza para
encontrarla, para decirle lo que sentía y no se animaba. Élla, a las cuatro, ya
encontraba la fresca sombra. Inquieto el viento, en sus cabellos se le
enredaba. Qué envidia daba que aquella brisa la acariciara y él envidiaba que
la sonrisa le arrebatara.
Siempre en sus juegos de solitario él la veía,
leyendo un libro que, infaltable, era de versos. Así, la tarde se ador-mecía en
muy quietas horas y él la miraba, como un cuadro añejo que vio en la sala de
algún museo. No supo entonces si sonreía o si era de ensueño, pues ella atraía
el mirar risueño hacia cualquier parte.
"Tal vez un día -pensaba él-, justo un
domingo que el aire falte, le silbaré al oído la canción del viento. Yo peinaré
su pelo, alisaré su falda y ella me contará su gran secreto: que es de mármol y
que su corazón hace tiempo dejó de amar, cuando el cincel del escultor la dio
por concluida y la abandonó a su suerte de fría piedra".
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“SEÑAL” de César
González Paez
(pág 11 “LUNA DE
MENTA” ‘SERVILIBRO’ feb 2005)
Ese lápiz que lleva
el verdulero
como una lanza
arriba de su oreja
no le dicta
solamente cifras
de mezquinas
cuentas a favor.
No.
Creo que, en
verdad, le susurra
plegarias aún no
atendidas,
le inspira cuentos
venturosos
y poemas que se
desprenden
como témpanos.
Le enseña un poco
de gramática
y la cadencia del
asombro.
Él no alcanza a
comprender
de dónde proviene
el estallido
que le impone la
palabra
y le obliga a ver
todo distinto.
Sospecha que la
gracia concedida
es un estado de
locura aceptable,
vislumbra que ese
artefacto de grafito
le saca puntas a su
vida
y le da brillo.
Con mesura lo afila
cada noche
en un aula para
adultos.
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