Siempre quedan retazos de ilusión, saldos de esperanzas que realimentamos nuevamente en nuevos sueños. Y aunque los sueños son eso nomás según los agnósticos o incrédulos, el no creer en nada puede ser tan perjudicial como no tener imaginación. Y es irrebatible pensar que el libreto del mundo no está escrito, que se está escribiendo con la harina de lo soñado previamente.
Cómo no asombrarnos por cosas que pueden suceder, que graves momentos puedan cambiar, después del llanto de la pérdida, por ejemplo de un ser querido, pensamos que el futuro estará todo desteñido de tristeza. Pero es beneficiosamente amoroso el hecho que volvemos a la senda de pensar y de imaginar mundos posibles.
Mundos que no tienen los cimientos y parecen imposibles, pero el caprichoso devenir nos tiene siempre reservada una entrada para sentarnos en el balcón privilegiado de la vida, al comprobar lo que está hecho y lo que falta por hacer.
Sueños a los que hay darle cobertura, porque están hechos con la fugaz arcilla de la imaginación y tienen encendida la mecha de lo posible. Me gusta, prefiero creer, que los sueños no tienen cimientos…todavía, solamente por ahora. Porque se están construyendo con nuestra capacidad de llevarlos a la realidad, aunque demanden su tiempo porque también con cada uno de nuestros fallos y errores por alcanzarlos…avanzamos.
Desde un teléfono celular hasta un avión de última generación, nacieron como una ilusión de poder construirlos. Antes no había nada, pioneros tensando hilos para poder comunicarse y locos de atar que se pusieron alas postizas para poder volar. Hablo también de los músicos que describían los sonidos de la naturaleza y hoy son grandes composiciones sinfónicas, grabadas para siempre en la memoria de la gente, hablo de las palabras que ordenaron orfebres poetas y hoy son oasis de emociones, caldo de cultivo para los siempre nuevos escritores. En síntesis, una celebración por todo lo que se está haciendo y hace que la humanidad no se extravía de la belleza.
Muchos, que se quedaron en el camino, advirtieron hasta donde habían llegado y que por lo tanto se podía seguir fraguando esa frágil ilusión de lo posible. Y hoy, celular en mano y con aviones que dejaron atrás la incomodidad de largos viajes y potenciaron el poder de la comunicación, parece que nos están diciendo que ahora es nuestro turno. Porque sí podemos cambiar las cosas para una vida mejor, como es un compromiso que tenemos con los sueños de otros y con los propios.
Y… ¿se puede saber a qué vienen todo esto? Tómenlo como un combustible para mover los motores de la mente y seguir creyendo en los sueños Escribiendo o más bien descubriendo la poesía de lo que puede ser posible, y ser conscientes que, como todo ser que nace los primeros pasos son dificultosos. Pero qué bella tarea es descubrir un día que caminamos y vamos hacia el porvenir con nuestra hacienda de ideas, terminadas o a medio terminar… felices porque vamos tras lo posible.
César González Páez
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