El guarda manejaba el colectivo con tal lentitud que si seguía así iba a comenzar a retroceder. Algunos pasajeros miraban sus relojes para comprobar la hora de una ejecución si llegaban tarde a sus respectivos trabajos. Recibirían reproches, descuentos de sueldo e insultos que ya pensaban en trasmitírselo al colectivero. Pero el conductor tuvo suerte porque al encender la radio comenzó a escucharse:
Reloj, no marques las horas
porque voy a enloquecer
Los viandantes comprendieron que tenía razón la estupenda letra de Roberto Cantoral, comprendieron que estaban estresados, que vivían pendientes de esas estrictas agujas y números digitales. Alguien se animó y comenzó una conversación que rápidamente se hizo general.
- Después de todo no somos máquinas, tenemos que encontrarle un sentido a la vida. Muchos de nosotros seguro que no sabemos qué hacer con esta vida rutinaria, esta existencia tan llena de baches y rotas promesas.
- Yo hace años que sueño con ir a pescar un día lunes en vez de ir al trabajo -se animó a decir otro sujeto que llevaba un maletín.
- De mí, ni hablar porque nada bueno hice desde que abandoné el colegio. No registro en mi vida algo que sea importante, ni siquiera estoy enamorada- señaló una muchacha.
Reloj, detén tu camino
porque mi vida se apaga
El colectivero tomó el bolero al pie de la letra y detuvo el omnibus mientra la conversación comenzó a ser más distendida al compás de un mate que pasaba de mano en mano.
- Mi vida ha sido siempre un caos -dijo el colectivero desoyendo los bocinazos que venían de atrás, pues, como es costumbre de algunos choferes, se había detenido en medio de la carretera. Siguió como si nada:
- Como les decía, mi vida se debatía en una total confusión pero ahora comprendo que el hombre que se conoce a sí mismo puede considerarse felíz. No tenemos más que una vida y debemos ser dignos para vivirla. No hay que menospreciar ningún momento porque de lo más trivial podemos sacar una enseñanza, algo que nos puede cambiar la existencia . Soy un hombre distinto y eso se los debo a ustedes, amigos anómimos que jamás olvidaré.
En eso estaba cuando de pronto subió un policía ordenándole que se apartara del camino, el colectivero lo insultó de un modo elegante ¿No ve que estos pasajeros van a cambiar radicalmente sus vidas? Piensan combatir la corrupción, atender mejor a los niños y dedicarse a lo que soñaron siempre, uno dice que hoy mismo seguirá un curso para aprender a tocar la guitarra y cantar canciones en los colectivos.
El agente creyó que el conductor se había vuelto loco y como había sido instruído que la ley debe respetarse y que el palo amansa a los chiflados, le aplicó una dosis de ese remedio tan barato como eficaz. El chofer, en trance de desmayarse pudo comprobar la efectividad de ese bolero que estaba escuchando y le pareció ver: "la estrella que alumbra mi ser".
Los pasajeros volvieron entonces a la normalidad como si hubieran sido rescatados de un estado de shock o de una huelga general del sentido común. Bajaron del colectivo y se fueron muy apurados porque les iban a descontar la hora por culpa de un bolero.
Goethe nos ilumina con esta frase "Cuán insensato es el hombre que deja transcurrir el tiempo estérilmente".
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