Elogio de la
vida sencilla
Leo en un libro titulado Nuevas Rubaiyat del poeta
persa Omar Khayyan, su extraño y versátil modo de interpretar las religiones,
que define de infinitos modos pero especialmente que es una debilidad de la
humanidad. Se refería a ese fenómeno de creer en una divinidad ciegamente, sin
darse cuenta que la grandeza de Dios está en la creación y en las cosas
simples, que no vemos y forman parte de nuestra vida. La lectura de estas
“rubaiyat” reflexiones en versos, en el que el único cáliz era el vino que
atempera la codicia y, para él, curiosamente vuelve al hombre más humano y
transparente. Cuando digo “hombre” me
refiero a humanidad que la componen hombres y mujeres.
Leo este claro pensamiento cuando expresa que hay
en la mezquita, en las sinagogas, en los monasterios religiones y sectas que
temen al infierno y tienen fe en que habrá un premio. Y termina diciendo que los
que conocen a Dios jamás siembran en corazón alguno tan raras semillas.
Entonces puede ser una de lección de este poeta de
lo cotidiano y admirador de la obra de la creación, que propone dejar todo
concepto religioso para acercarse humanamente a Dios. Acercarnos con nuestras propias debilidades, pero atentos
a los fenómenos de la naturaleza, con la convicción que una divinidad sólo
puede tener allí su paraíso.
Admiraba la sinceridad en la manera de sentir, la
transparencia de las almas que sólo la tienen las personas simples y los
sabios. Después que se ocupa de eso que desvela a muchos, le llama la atención
el transcurso del tiempo en cosas inútiles y la ingrata suerte que “otorga bienes y fortunas al necio, al
bribón y con ello priva al recatado y el insobornable”. El hombre, así como
inventó las leyes de la justicia también encontró los medios para transgredirlas.
Y estos conceptos que parecen tan actuales fueron
escritos en el año 1100 de nuestra era, lejanos tiempos definen la naturaleza y
la debilidad del hombre, que no ha cambiado hasta hoy.
Por eso el poeta se refugió en la vida sencilla, y
la alegría que sólo dan las cosas simples, beber un vino con una buena
compañía, disfrutar de la belleza y compañía de las mujeres, pues si Dios las
hizo así, sería un desaire a lo creado, no amarlas. No son sino estos escritos,
clásicos de la literatura universal, pequeñas grandes lecciones de vida.
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