Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

sábado, 12 de marzo de 2011

En defensa de la poesía


Todo parece indicar que la poesía ha retrocedido y que se ha atrincherado en grupos pequeños, en solitarios escribas que hablan de las emociones que generan los fenómenos y los sentimientos de la vida, pero que nadie escucha ni se interesa por ellos. No se habla ni se recita poesía en estadios, en teatros con lleno total, lo que hay que suponer que hay que defenderla. Si, ampararla para que no sucumba y esté presente para los que la han olvidado, los que no tienen en cuenta que la poesía tiene su fuente natural en el lenguaje oral, que su ritmo en el decir de los versos y sus rimas son para que a la memoria le sea fácil recordar. Se han atrincherado los poetas, en talleres literarios, en sesiones de lectura que parecen más bien una reunión de conjurados.
El hombre y la mujer común ya no la tienen en cuenta a la poesía en sus cantos al trabajo, para contar sus historias grandes o mínimas, para hacer dormir a sus niños. Como antaño se hacía, como en otros tiempos se rezaba en tiempo de poesía. Los poetas grandes, los comprometidos, los que movían montañas de ideales de amor o combate se han replegado. La poesía es el entretenimiento sutil de unos que se hacen llamar intelectuales, que presentan cenicientos libros que con rapidez pasan a engrosar la lista del olvido. No digo que no hay poetas, ni que no podrían hacerle sombra al comprometido y amoroso Pablo Neruda o al delicado Rubén Darío, el profundo Federico García Lorca, el pensativo Jorge Luis Borges.. Hay que animar, resucitar el hábito de que la poesía y que esté presente en la canasta familiar de primeras necesidades. Porque la poesía nos educa en el pensar y tener un concepto ético del mundo, donde sentir y amar no está mal visto.

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