Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

sábado, 29 de noviembre de 2014






Palabras del autor
en el lanzamiento de
Quédate hasta el final

de la canción,
Editorial Servilibro.


Pasen y lean

Aunque parezca un sueño, llegar a la primera novela, es como si a uno le otorgaran la mayoría de edad. Es como si te dieran la llave de la casa de la imaginación- Libertad para escribir y lograr una historia  que se escape del cuento y se permita entrar en los infinitos detalles de la vida y la ficción.  
Sobre esta primera novela, me hizo recordar al amigo José-Luis Appleyard, que aparece desdibujado circunstancialmente  en unos pasajes de “Quédate hasta el final de la canción”. Concretamente lo que quiero recordar es esa vez que presentó la reedición de su única novela, Imágenes sin tierra en 1998, noté que tenía su significado especial, pues si bien había escrito muchos libros de ensayos y poemas, la novela, que ya iba por su segunda edición, cobraba un especial significado porque dejaba de lado la brevedad de los relatos. Le pregunté a José-Luis cómo iba a presentarla, con qué palabras, en suma…qué diría,  a lo que me contestó que el lanzamiento era para hacer `publica la nueva aparición de su novela, y que después del acto, ya el libro en las manos de los lectores se debía defender por sí mismo. Tenía razón.

La novela que acabo de escribir y publicar ya es de ustedes, los lectores que la juzgarán según su saber y entender. Y mi nombre quedará detrás de la historia, en la puerta de salida de la lectura esperando la oportuna siembra de un comentario. 
Tal vez conformándome con sólo que la hayan leído con interés. Esa es la suerte que tiene que correr y ya está las cartas sobre la mesa. Entonces los dejo con la obra  “Quédate hasta el final de la canción”, esperando que se cumpla ese deseo. Y conozcamos todos el desenlace, para ustedes y para mí.



Texto de contratapa del libro:

                         Pasen y lean

Una mujer sensual quiere un argumento para una novela y contrata a un detective para que le consiga un muerto cualquiera para invenarle una historia. Con este detonante ya hay condimento para rato.  Todo puede suceder en una sociedad corrupta, de doble moral, con personajes de dudosa ética y mujeres arrastradas a la vastedad de la noche.  Podría ser en cualquier lugar, porque parece que en muchas partes la corrupción corroe las buenas intenciones.
Hay momentos en la vida que suceden cosas que quisiéramos escribir. Pero son tan inestables como diversos los sucesos que la componen, que en realidad, la historia se está contando sola. No necesita de adornos, ni  obliga a tortuosos devaneos literarios. El protagonista principal se va consumiendo en lo que hace y el desenlace, como en todos los casos de la vida, puede ser el más impensado.
Que el destino se apiade de la  suerte de este particular detective sin más formación que su instinto. Señoras y señores, pasen y lean, que ya nos apura el argumento o sea: la vida.

El autor


Datos para obtener el libro en www.servilibro.com.py


viernes, 31 de octubre de 2014

El don de la felicidad



Encuentro un artículo, titulado El secreto de la felicidad y pertenece a un libro titulado económicamente 24 Artículos de Rogelio Casas Cadilla, editado en España hace sesenta años. Me sorprende que fuera por la quinta edición ya en la década del sesenta. De modo que si aborda algo que todos nos hemos interrogado alguna vez en nuestra vida sobre qué es la dicha y cómo vivir plenamente, sin duda que es algo que atrae.
Y arroja un primer ejemplo, cuenta que un niño le preguntó a un anciano ¿qué es la felicidad?  A lo que este hombre de edad,  que había recorrido todos los estados de ánimo de la vida, le respondió sencillamente “La felicidad eres tú”.
Ante la mirada de perplejidad del chico, le aclaró lo que cito a continuación: “Cuando pienses  bien serás feliz, cuando pienses mal serás desgraciado” Y le aclaró que esto pasaría así fuera rico o pobre. Quedó explicado de algún modo, que hay que pactar con la conformidad para ser feliz y ser agradecido de las cosas que la vida te da. Porque es de suponer que cada persona es el único que puede lograrlo, nadie vendrá a traerte la felicidad en una bandeja de oro.  Y esa es una realidad que se palpa en el día a día, en que vemos que cada uno porta su egoísmo y que si te da algo es porque tiene más de lo que necesita. Porque también dar felicidad contagia, para esto basta un ejemplo, ¿por qué desfrutamos tanto compartiendo amablemente nuestra comida con amigos? Esto es algo que nos hace sentir plenos, aunque no sea precisamente un banquete, sino el compartir de lo que tengamos, sea poco o sea mucho.
Creo que en eso de la “cantidad” lo que es poco para muchos, es una fortuna para los que nada tienen y hay que pensar, que mientras no estemos solos en este mundo, el bienestar de todos es lo que nos hace sentir seguros de vivir en una sociedad.
Pero vuelvo al dichoso artículo, que cumple la misión de levantarme el ánimo y cita a San Francisco de Asís, en cuanto decía con mucha sabiduría que hay que amar aunque uno no sea amado. “Dar aunque a uno se le niegue todo. Perdonar, aunque uno no sea perdonado”.
Y hasta aquí creo que voy bien en esta misión de hacer entender que la veta de felicidad que necesitamos está en todos y en cada uno de nosotros. Hay que saber explorar, o intentarlo todas las veces que sea necesario. No estar pensando que un vaso está medio lleno o medio vacío, ese concepto parece ser  la medida de los pesimistas o caprichosos estados de ánimo. El autor de este artículo acierta en un cien por cien cuando dice. “Que la belleza de tu corazón se refleje en tu cara”.
Una sonrisa conquista el mundo. Creo que eso es un imán muy poderoso para alentar, dar ánimo al que ha cedido a los pensamientos negativos que la felicidad no existe para él.
Es inevitable que cuando no saben encontrar la felicidad que están desperdiciando  en odios y resentimientos, aparecen los desgraciados, los hacedores de infortunios para otros y para sí mismos. Así convierten en portadores de malas noticias y de hechos que recogen las crónicas negras de la sociedad.

Cosecho y quisiera compartir esta frase de las palabras escritas por alguien que me le las dicta desde las páginas de su libro y del tiempo: “Tu corazón debe ser siempre tu mejor compañero”. Así la felicidad no será una utopía.

C.G.P.


lunes, 18 de agosto de 2014

Al borde

Ética de la palabra

no es una utopía


Cuando las letras apuntalan las ideas y los hombres que la escriben son fieles a su pluma, es posible que el mundo mejore. Alguien ha dicho que la labor de escritor es uno de los oficios más decentes que quedan. A través de la escritura y sus diferentes vertientes, de testimonio o ficción, se pueden esgrimir razones contra la injusticia y la corrupción, contra la apatía de los sentimientos y la degradación del arte de amar. Por la poesía y la narrativa se van desencadenando, en forma de atrevida prosa, las palabras. Así van nombrando las maravillas o las pesadillas que conforman el inventario del mundo. Son aventureras que exploran nuevos territorios mentales del ser humano. En cada hombre o mujer hay un o una idealista que cede paso al oportunismo, al facilismo de permanecer en lo preestablecido sin cuestionarlo, la literatura suele despertar a ese ser dormido que existe en el interior de cada uno. El que, cuando se da cuenta, ocupa su lugar en la barricada de las ideas.

Sino basta recordar a aquel lejano Quijote que vio lanzas en las paletas de los molinos, que trató como una dama a una humilde mujer de la calle. Enseñó la cortesía de la imaginación, que puede hacer que las cosas cotidianas, que sentimos que están mal, cambien.

Porque no siempre tienen razón los que dominan, no siempre los desposeídos han de ser ignorantes por decreto. Puesto que la sabiduría también corre por la vertiente humilde de la imaginería indígena y también por los elegantes pasillos de las cátedras universitarias; pasa por la versión de la vida que cumple al pie de la letra un hombre campesino al que puede considerársele justo por no haber violado ninguno de los diez mandamientos. En igual medida y en la misma balanza, será justo el artista que no sometió la ética de una pluma a la comodidad del halago.

Como se ve, la escritura sirve y puede asentar verdades, por eso el oficio de escritor reclama la madera de los ideales — que no tienen precio— redactados con honestidad. No importa en qué estilo, si en la intimista poesía o en la fronda de la narrativa, embarcados en el género del absurdo, el displicente relato de costumbre o en el serio ensayo. Hay muchas técnicas para hacer pan, pero en ningún caso puede faltar la harina, así el escritor no debe olvidar- se que hay reglas de sinceridad inclaudicables en la literatura.

C.G.P.

Querida prudencia

(Texto completo)


Te rezo, en tiempos de malos entendidos, en que la humanidad, cree que los dioses de cada cual están enojados entre sí y llevan sus asuntos a la guerra o a la prepotencia. Todo ese caos parece no tener salida.

Te rezo porque no se me ocurre otro altar que tu dorada cordura que hace muchas veces reflexionar a los hermanos que se matan entre sí, a los que en medio de pestes se alegran que a otros le vayan mal. Los que son incapaces de mirar lo que otros sufren sólo porque a ellos no les pasa e ignoran que el mal es ese reloj que gira y que a cada uno le llega a su momento.

El mundo está repleto de intolerantes, querida prudencia, porque cada cual tiene sus deidades que saben mirar para otro lado cuando ocurren estos tipos de injusticias. Reclamo tu ayuda en tiempos, que si no se puede cambiar a nadie en sus ideas, por lo menos iluminarlos con la prudencia de saber que si no hay mundo para todos, no habrá vida para nadie.

Te rezo, querida prudencia, para que ilumines el corazón de los sólo tienen un espejo para mirarse a sí mismos. Te invoco porque no tienes otra religión que saber que en la sensatez, la ira puede esperar, el pensar distinto no debe ser pasto de las llamas y la ambición debe medirse en la sola condición que cada cual tenga lo suyo.

Y te busco, querida prudencia, en las palabras que te nombran y que son tus hermanas: Cordura. sensatez. juicio, reflexión, o justo discernimiento.

Invoco a tu pluma, que predica en todas las iglesias, en todas las creencias políticas, en todas las sentencias y en el correcto proceder de los hombres justos.

¿Qué más se puede pedir?

Porque si hablo de un dios en particular tengo que saber que en cada ser humano hay una idea de divinidad y que la pone en movimiento para bien o para mal. Cada persona tiene su dedo acusador y el perdón anda extraviado en el orgullo de no aceptar que los caminos son infinitos, pero todos van creyendo que la prepotencia te lleva a donde quieras ir.

Te rezo, querida prudencia, porque está haciendo falta tu mesura y para que nos asistas en eso de aprender que tal vez una equivocación no sea sino una mejor pista hacia dónde ir. Pues no vinimos al mundo con el guión escrito de nuestra vida y todo se aprende en el andar y el limar de la experiencia.

Cuando nací, querida prudencia, no sabía de dónde venía y para qué estaba en este mundo. Si vine para cambiar algo o para terminar de educarme en esto que soy parte de ese todo que dibuja la naturaleza con bastante sabiduría y amor. Debería sentirme justificado con la paciencia de entender sólo estamos de paso por la vida y que si hay un destino, es honrar ese trayecto que es solo un lapso. Una vida que tiene sus semejantes, a quienes no tenemos que olvidar, pues de todos modos siempre los encontraremos en el trayecto de nuestra existencia.

Y te rezo a ti querida prudencia, para que todos entiendan más allá de sus credos, de las biblias y textos sagrados que se leen, de los tratados eruditos o de las ideas políticas que enceguece a los que quieren imponerlas. Lo único que tenemos es saber que la verdad del mundo es preservar esa diversidad con tolerancia.

Si este universo no fuera desigual, si no hubiera, por decir, en la música tantas armonías, todo sería torpemente neutro y sin sentido. Hasta para ser felices debemos pasar por los caminos de espinas y para llegar al conocimiento no debemos encerrarnos en la caja de un fanatismo, pues si hemos sido hechos diferentes, es porque así lo que quiso la creación.

Te rezo querida prudencia porque sé, en estos tiempos, que eres la moneda con que puede comprar una tregua, un arrepentimiento y también un oportuno perdón. Sin tu ayuda todo se irá a su propio derrumbe y sólo hay algo a qué temerle en serio, que es cuando las cosas no tienen solución y se toman medidas drásticas que cuestan la vida, la civilización, la fraternidad de vivir de un mundo, nos guste o no, hecho para todos y para cada uno.





viernes, 18 de julio de 2014

Pensares


Quizás, quizás, quizás…



Muchas personas se enojan o les cae mal, cuando hacen algo que deseaban desde hace años y cuando lo concretan, se encuentran con que los demás les critican. Eá, pero miralo a ése, está tocando el arpa ¿de dónde salió músico? No cabe más que responder con otra pregunta ¿Para cuándo la vida?

Por qué será que mucha gente posterga sus verdaderos sentimientos artísticos, sus ansias de un proyecto largamente postergado junto con sus sueños. Porque sencillamente “no es el momento”, es la excusa que siempre nos posterga tal vez ser más plenos. Y así pasan los días como dice el bolero que se empantanan en el melódico quizás, quizás, quizás…

Hay muchas vidas que no se muestran en su verdadero potencial y esos proyectos, aunque les salga mal al principio, se deben hacer para sentir que sus vidas tengan sentido. Por temor a ser un principiante en una aventura, en un emprendimiento nuevo, siempre dejamos pasar la oportunidad.

Es cierto, que mal suena el violín cuando uno lo toca por primera vez, parece que no va salir un sonido decente en años. Pero a medida que uno conoce el instrumento, cualquiera que sea, termina comprendiendo que hizo bien, nada se presenta en envase fácil. Poco a poco las cuerdas conocen el latido de las manos que las tocan y el alma termina por armonizar con el sonido. Del mismo modo la guitarra, el piano y otros instrumentos.

Lo que estoy diciendo o tratando de decir es que nunca es tarde para nada, para asumir proyectos que parezcan locos o a destiempo. Son sueños que se deben concretar, que se deben emprender y vencer ese palo en la rueda de las postergaciones.

Así resulta que todos tenemos algo para contar y podemos escribir nuestra novela, todos tenemos un dibujo mil veces pensado y nunca llevado al papel o al bastidor. Hablo de todo lo que se pospone, la semilla sin siembra no prospera y todo lo que soñamos es posible convertirlo en realidad. Ese verso que envidiamos de Antonio Machado o de Pablo Neruda, lo podemos escribir porque nuestra partitura del alma no se parece a las otras y nuestro estilo será único porque hemos dado lo poco o mucho que teníamos con sinceridad y nobleza. Podemos cantar, ser grandes pensadores como fueron los clásicos latinos o griegos, porque estamos hechos de la misma arcilla que ellos y lo que dejamos en esta tierra es para que otros cosechen también.

Pues hay cosas que se comienzan con pioneros que no tenían idea en qué u a dónde iban a terminar sus sueños, Julio Verne imagino un submarino al que llamó Nautilus, y que podía navegar por debajo del mar por meses y meses. La ciencia le puso ese nombre al primer submarino atómico que viaja sin necesidad de salir a flote, Verne simplemente lo pensó, lo imagino y escribió la loca idea, como escribió la colosal idea de un viaje a la Luna. Bueno, todos esos sueños imposibles se comenzaron con el tiempo a convertir en realidad.

Por tal motivo quiero contar que la finalidad de este artículo es animar a la gente a que saque a andar sus sueños. Echar un poco de leña a la caldera de las ideas, del ánimo, para que maduren y se materialicen los proyectos que soñamos.

De la naturaleza que fuera la esperanza, hay música, hay ideas, hay proyectos de toda índole y hay sueños que parecen imposibles pero hay que materializarlos y en eso de comenzar se trata.

Por eso no dejen sus sueños para más adelante, ese después es lo más traicionero que hay. Porque se empantana en excusas, en “no puedo”, en “nunca lo lograré” y muchas vidas se van si decirse a sí mismas como son en realidad. Hay que entender que las artes y la cultura toda de la humanidad nació de una intuición. Asuman su protagonismo en el mundo. Por tal motivo, no se queden en el quizás, quizás, quizás…

C.G.P:

jueves, 26 de junio de 2014

Acuarélame



Píntame la tarde de tu tristeza
Con fondo blanco y pecho rojo,
Un pájaro perdido en los ocres
De la nostalgia que pincela.

Acuarélame con colores abatidos
Por el curso del agua y del ánimo
Enredándome en la esperanza
Que por sí solos tienen los colores

No me desdibujes con tu ánimo
Píntame más bien con la nostalgia
Que de besos fríos se enciende fuego
En pequeñas leñas que no quiere nadie.

Acuarelándome no tendré rostro,
Sólo rasgos difusos del tiempo
De posible felicidad vivida juntos
Con el mismo entusiasmo de antes.

Creo que tu pintura será muy bella
Porque pintándome con tu corazón
Me cuentas todo lo que sientes
En esos trazos que parecen inútiles.

Píntame todas las veces que el pincel
De tus recuerdos se acuerde de mí
Navegaré por tus colores ocres,

Aunque vano parezca, será mi paraíso.

Yo sólo digo....

martes, 24 de junio de 2014

Pensares

Para la mujer que pasa




Muchas veces lo he pensado, cuando veo pasar un chica hermosa, no me gustaría saber su nombre. Saberlo es encerrarla en una caja de Estelas, Marías, Alejandras, Patricias, Dianas o Karinas y demás nombres que llevan las tales doncellas, que son sólo trazos de ilusión que todo hombre se hace cuando una mujer atractiva pasa. No quiero encerrarla en la caja de una palabra, quiero que vuele a su antojo en mi imaginación y ella entonces tendrá el nombre que merece, cuando en el corazón, además del deseo, salgan brotes del afecto. Por eso amo a las mujeres que pasan, porque no sé quienes son y ni por qué me desvelan. Son semillas de un futuro que quizás nunca tendré en mis brazos.

sábado, 10 de mayo de 2014

AL BORDE


Saber leer en los
libros y en la vida



Los libros son linternas que nos guían en la oscuridad de la ignorancia. La luz que irradian se proyecta hacia lo que queremos apuntar, es decir, lo que queremos aprender. Son enseñanzas que no se olvidan por eso muchos textos se recuerdan con el mismo cariño que uno les tiene a la maestra que le enseñó las primeras letras o aquel profesor de secundaria que, alejado de esa falsa postura de imponer verdades, se dedicaba a contarlas de manera sencillas y sin olvidar esa pequeña dosis de humor que hace que uno retenga las cosas con mejor ánimo.
Los libros, como los árboles tienen hojas que no se caen en el otoño del alma. Hay páginas donde uno siempre vuelve porque tienen la doble magia de atraer por lo que dicen y cómo lo dicen. Y casi siempre es la poesía, pues cumple con creces eso de despertarnos la sensibilidad y la inteligencia para decir aquello que sentimos de una manera coherente e inolvidable.
También puede ser el fragmento de una novela donde se recuerdan cosas inolvidables que les ocurrieron a los personajes cuando estaban explorando todavía el mundo que les tocó vivir.
También está lo que cuentan las personas sencillas, sin otra formación que les dicta que si por un camino ocurren cosas imprevistas o malas, es necesario contarlas para que sirvan de advertencia a los que pasan o pasarán por lo mismo. Hablo de cómo los mayores, que vivieron varios tomos de vida, pueden dar consejos que se encuentran en los libros.
Varios autores célebres que muchas veces dejan de escribir, y cuando les preguntan por qué, suelen sincerarse diciendo. “porque los viejitos que me contaban estas historias, han muerto”.  Uno de ellos era, por ejemplo, el mexicano Juan Rulfo.
Por eso se recomienda a los que escriben, que ‘lean’ las páginas abiertas de mucha sabiduría que hay en los ancianos que todavía se resisten a morir sin dejar la huella en algún sitio, generalmente en la memoria de los que los escuchan. Muchos de esos ancianos suelen decir “no sé escribir, pero yo les voy a contar lo que viví y cómo lo viví, los que escuchan con atención sabrán ordenar las palabras y ponerlas en su lugar. Ponerles a esas historias el ropaje de poesía, novela o cuento.
Y en Paraguay, con su inabarcable veta de oro, que es la cultura oral, hay mucho para explorar para rescatar, porque esos ‘viejitos’ también están cumpliendo las últimas etapas de sus existencias y, tienen la paciencia para contar y trazar el mapa de vidas que en su sencillez encierra las gotas necesarias de sabiduría. 
Escúchenlos atentos, ellos son la portada invisible de los libros no escritos, ellos tienen la palabra que abren las puertas del conocimiento, Y no son menos que nadie, son testimonios vivientes  que hay que redimir para la memoria de todos. 


 C.G.P.

El río del tiempo




Decía un poeta que el tiempo es como un río eterno que se lleva a todos sus hijos y ahora, ese escritor, también ha sido llevado por el “raudal” de los años. Parece un despropósito, que tanto empeño puesto para vivir dignamente termine como siempre, en lo que terminan todas las vidas de este mundo. Las pinceladas del olvido hacen el resto y uno termina preguntándose para esto tanta pasión, tanto trabajo con esta inútil acumulación de días y años.
No somos infinitos, pero nos comportamos como si lo fuéramos, un poco prepotentes de querer vencer el  paso de los años, que tan alegremente pasan. El hecho de creernos que vamos a tener la máxima cuota de vida hace que aparezcan personajes como los avaros que amarrocan para un mañana que no disfrutarán, están los que postergan sus verdaderos sentimientos porque “pueden esperar”. Las mujeres que creen que serán toda la vida bellas y los hombres que serán siempre fuertes. Ninguno de esos propósitos se cumple, entonces la lección que nos da la vida es bien simple; Hay que vivirla en plenitud.
Pero, es así, y quién no lo entienda deberá pastar toda su vida en la desilusión. Vinimos a este mundo para poner un ladrillo más en la creación, un trabajo colosal que no termina de hacerse, porque si uno se da cuenta las cosas son más fáciles de romper que de hacer.
Todos tenemos el presente como el máximo regalo de nuestras vidas, nos puede quedar la nostalgia, los recuerdos que no son otra cosa que postales invisibles que hasta nos pueden hacer sentir sentimientos profundos, como arrepentirnos de no haber hecho esto o aquello. También nos puede hacer llorar al rememorar personas que no están y que hemos amado o que han influido mucho en nuestra existencia.
Entonces lo que tenemos a nuestro alcance es la oportunidad, un material valioso para capturar verdades y logros. El tiempo que más se cuenta es el que abarca la felicidad, la plenitud de haber alcanzado algunas metas. Detrás de la cortina del presente está lo cosechado, lo que hemos logrado y que nos justifica. Honrar la vida y matizar los esfuerzos, mientras continúe. Marcel Proust ha señalado, con una filosofía más que humana, que lo que vale es el ahora y el presente, por su naturaleza es algo que cambia en forma. Permanente y dice significativamente “otro ahora ha entrado en su lugar”.
Todo porque vivimos en esta cápsula de tiempo que la vida nos prestó, y transcurrimos ilusionados que podemos hacer o estamos intentando hacer de esta oportunidad algo valioso.

Las personas se justifican por lo que dejaron y es que no somos más que propietarios de un legado que hay que honrar dejando para los demás algo que cambien mejorando sus vidas.  

martes, 15 de abril de 2014

Al Borde

Ética de la palabra

no es una utopía



Cuando las letras apuntalan las ideas y los hombres que la escriben son fieles a su pluma, es posible que el mundo mejore. Alguien ha dicho que la labor de escritor es uno de los oficios más decentes que quedan. A través de la escritura y sus diferentes vertientes, de testimonio o ficción, se pueden esgrimir razones contra la injusticia y la corrupción, contra la apatía de los sentimientos y la degradación del arte de amar. Por la poesía y la narrativa se van desencadenando, en forma de atrevida prosa, las palabras. Así van nombrando las maravillas o las pesadillas que conforman el inventario del mundo. Son aventureras que exploran nuevos territorios mentales del ser humano. En cada hombre o mujer hay un o una idealista que cede paso al oportunismo, al facilismo de permanecer en lo preestablecido sin cuestionarlo, la literatura suele despertar a ese ser dormido que existe en el interior de cada uno. El que, cuando se da cuenta, ocupa su lugar en la barricada de las ideas.

Sino basta recordar a aquel lejano Quijote que vio lanzas en las paletas de los molinos, que trató como una dama a una humilde mujer de la calle. Enseñó la cortesía de la imaginación, que puede hacer que las cosas cotidianas, que sentimos que están mal, cambien.

Porque no siempre tienen razón los que dominan, no siempre los desposeídos han de ser ignorantes por decreto. Puesto que la sabiduría también corre por la vertiente humilde de la imaginería indígena y también por los elegantes pasillos de las cátedras universitarias; pasa por la versión de la vida que cumple al pie de la letra un hombre campesino al que puede considerársele justo por no haber violado ninguno de los diez mandamientos. En igual medida y en la misma balanza, será justo el artista que no sometió la ética de una pluma a la comodidad del halago.

Como se ve, la escritura sirve y puede asentar verdades, por eso el oficio de escritor reclama la madera de los ideales — que no tienen precio— redactados con honestidad. No importa en qué estilo, si en la intimista poesía o en la fronda de la narrativa, embarcados en el género del absurdo, el displicente relato de costumbre o en el serio ensayo. Hay muchas técnicas para hacer pan, pero en ningún caso puede faltar la harina, así el escritor no debe olvidar- se que hay reglas de sinceridad inclaudicables en la literatura.






Dos poemas

Definición



Pastura es tu pensamiento

Donde mansos rebaños están

Y se señalan seguros. Saben

Que no cambiarás tus convicciones

De no mediar un extremo.

Y así pasan, pastura y rebaño,

Cuando el libreto de la vida

Te traza un camino equivocado.

Pero en contados regresos

Resucito y vuelves a tu sitio

Donde el paisaje pastoral

Debe recrearse de nuevo.

Y eso es lo que admiro

Que pacientemente siembras y riegas y

Tan seguro estas que los

Rebaños que te nombran

Volverían a su paraíso.




*




Verso y punto



Allí van las palabras tras una idea

Son el cordón umbilical

De las ideas que quieren

Contarse a si misma primero



Por donde va la nave

De una reflexión

No podrían ponerse en orden

Pasarse lista de presencias

O ausencia de aciertos

Si no fuera por el clon de

La palabra

Pensada, primero, escrito

O dictado después

Y la savia nutriente

Verá en que poema

Las palabras son bienvenida

Porque dan luz y razón

A mi existencia

Las escribo, las convierto en hojas

De libros, para otros ojos

Que, seguro, la completaron

Porque un verso a la deriva

Siempre esta mitad escrito

Y mitad pensado.

Con borrones y cuenta nuevas

Para la mirada futura

Que sepa donde ponerle los aumentos.







Al Borde

Elogio a la
vida sencilla





César González Páez

cesarpaez@uhora.com.py



Leo en un libro titulado Nuevas Rubaiyat del poeta persa Omar Khayyan, su extraño y versátil modo de interpretar las religiones, que define de infinitos modos pero especialmente que es una debilidad de la humanidad. Se refería a ese fenómeno de creer en una divinidad ciegamente, sin darse cuenta que la grandeza de Dios está en la creación y en las cosas simples, que no vemos y forman parte de nuestra vida. La lectura de estas “rubaiyat” reflexiones en versos, en el que el único cáliz era el vino que atempera la codicia y, para él, curiosamente vuelve al hombre más humano y transparente. Cuando digo “hombre” me refiero a humanidad que la componen hombres y mujeres.

Leo este claro pensamiento cuando expresa que hay en la mezquita, en las sinagogas, en los monasterios religiones y sectas que temen al infierno y tienen fe en que habrá un premio. Y termina diciendo que los que conocen a Dios jamás siembran en corazón alguno tan raras semillas.

Entonces puede ser una de lección de este poeta de lo cotidiano y admirador de la obra de la creación, que propone dejar todo concepto religioso para acercarse humanamente a Dios. Acercarnos con nuestras propias debilidades, pero atentos a los fenómenos de la naturaleza, con la convicción que una divinidad sólo puede tener allí su paraíso.

Admiraba la sinceridad en la manera de sentir, la transparencia de las almas que sólo la tienen las personas simples y los sabios. Después que se ocupa de eso que desvela a muchos, le llama la atención el transcurso del tiempo en cosas inútiles y la ingrata suerte que “otorga bienes y fortunas al necio, al bribón y con ello priva al recatado y el insobornable”. El hombre, así como inventó las leyes de la justicia también encontró los medios para transgredirlas.

Y estos conceptos que parecen tan actuales fueron escritos en el año 1100 de nuestra era, lejanos tiempos definen la naturaleza y la debilidad del hombre, que no ha cambiado hasta hoy.

Por eso el poeta se refugió en la vida sencilla, y la alegría que sólo dan las cosas simples, beber un vino con una buena compañía, disfrutar de la belleza y compañía de las mujeres, pues si Dios las hizo así, sería un desaire a lo creado, no amarlas. No son sino estos escritos, clásicos de la literatura universal, pequeñas grandes lecciones de vida.







ENSAYO

Saber leer en los


libros y en la vida





César González Páez

cesarpaez@uhora.com.py



Los libros son linternas que nos guían en la oscuridad de la ignorancia. La luz que irradian se proyecta hacia lo que queremos apuntar, es decir, lo que queremos aprender. Son enseñanzas que no se olvidan por eso muchos textos se recuerdan con el mismo cariño que uno les tiene a la maestra que le enseñó las primeras letras o aquel profesor de secundaria que, alejado de esa falsa postura de imponer verdades, se dedicaba a contarlas de manera sencillas y sin olvidar esa pequeña dosis de humor que hace que uno retenga las cosas con mejor ánimo.

Los libros, como los árboles tienen hojas que no se caen en el otoño del alma. Hay páginas donde uno siempre vuelve porque tienen la doble magia de atraer por lo que dicen y cómo lo dicen. Y casi siempre es la poesía, pues cumple con creces eso de despertarnos la sensibilidad y la inteligencia para decir aquello que sentimos de una manera coherente e inolvidable.

También puede ser el fragmento de una novela donde se recuerdan cosas inolvidables que les ocurrieron a los personajes cuando estaban explorando todavía el mundo que les tocó vivir.

También está lo que cuentan las personas sencillas, sin otra formación que les dicta que si por un camino ocurren cosas imprevistas o malas, es necesario contarlas para que sirvan de advertencia a los que pasan o pasarán por lo mismo. Hablo de cómo los mayores, que vivieron varios tomos de vida, pueden dar consejos que se encuentran en los libros.

Varios autores célebres que muchas veces dejan de escribir, y cuando les preguntan por qué, suelen sincerarse diciendo. “porque los viejitos que me contaban estas historias, han muerto”. Uno de ellos era, por ejemplo, el mexicano Juan Rulfo.

Por eso se recomienda a los que escriben, que ‘lean’ las páginas abiertas de mucha sabiduría que hay en los ancianos que todavía se resisten a morir sin dejar la huella en algún sitio, generalmente en la memoria de los que los escuchan. Muchos de esos ancianos suelen decir “no sé escribir, pero yo les voy a contar lo que viví y cómo lo viví, los que escuchan con atención sabrán ordenar las palabras y ponerlas en su lugar. Ponerles a esas historias el ropaje de poesía, novela o cuento.

Y en Paraguay, con su inabarcable veta de oro, que es la cultura oral, hay mucho para explorar para rescatar, porque esos ‘viejitos’ también están cumpliendo las últimas etapas de sus existencias y, tienen la paciencia para contar y trazar el mapa de vidas que en su sencillez encierra las gotas necesarias de sabiduría.

Escúchenlos atentos, ellos son la portada invisible de los libros no escritos, ellos tienen la palabra que abren las puertas del conocimiento, Y no son menos que nadie, son testimonios vivientes que hay que redimir para la memoria de todos.





miércoles, 5 de marzo de 2014

Dos intervenciones; Al Borde


No hago más
que rezar

Rezo sin saber rezar y sin pedir audiencia para que los dioses me asistan, rezo porque me hace bien, me pone mejor y sueño con ser mejor ser humano. Rezo para no olvidarme de los demás, de los que no tienen carta de recomendación y hacen lo que pueden. No es nada más que una declaración de buenas intenciones: que el enemigo no esté siempre apuntando a mi cabeza, que a muchos les vaya bien porque su bienestar es un incentivo para el alma de la humanidad.
Rezo por lo que soy y quiero ser, por tus ojos. para que vean lo que no quieren ver, para que borres cualquier resto de furia en tu corazón. Pues la paz espiritual puede anidar en tus ramas. Para que sepas que el odio no sirve de nada y que es material desechable en cualquier personalidad. Rezo para que los políticos tengan ataques de honradez, para que las bellas mujeres olviden su culto a la vanidad.

A mis plegarias se las dejo al viento, pues no hay semilla que no encuentre en tierra fértil su oportunidad de germinar, se las dejo a los consumidores de esperanzas para su provecho. Rezo para que compartan mi oración, que los que creen que tomaron el último tren sepan que la vida es un abanico de posibilidades. Rezo para tus ojos dulces descubran el amor que alimenta, tu paciencia que ilumina la impaciencia.

Rezo para que me encuentres, entre la hierba, la mirada inocente de la infancia, que todo sirve para volver a construir tu castillo de ilusión. Rezo para liberarme del consumismo y tener el amor necesario en tus abrazos. Por esas cosas rezo, sin saber rezar, sin dirigirme a nadie en particular y al corazón de todos en general.

Rezar es desmigar codicias y es como quien afina un lápiz para hacer el dibujo más bonito que pueda retratar el mundo que quiero. Rezo por vos, para que te vaya bien y por mí, para que no te dejes querer y aprender a ser mejor persona amando.

Este rezo que te escribo es mi carta de presentación, pues quiero que sepas la calidad de mi corazón que se emociona con la música, que sabe que en la mirada de inocencia de los niños está toda la sabiduría del mundo, que la poesía no es un señal de debilidad. Rezando me voy al cielo y vuelvo a bajar, me libero de las cadenas materiales y que hace que cada día te quiera mejor Que mi alma entienda la diferencia de mis semejantes, que tiene derecho a ser distintos y que si todas las aves cantaran en un mismo tono el mundo perdería su paleta de tonalidades diferentes.

Rezo para que me escuche quien tenga ganas de escuchar y hacer que las palabras tengan peso y sentido. Rezando no para los dioses, en el Dios de cada uno. que supuestamente tienen todo lo que se puedan imaginar, pero también rezo por ellos para que no los agobie la eternidad. En resumen esto es una carta de buenas intenciones y no tiene doble fondo ¿Qué más se podría pedir? En suma, esto va para quien corresponda y se anime a rezar conmigo.

César González Páez

La ventana de lo posible




Siempre quedan retazos de ilusión, saldos de esperanzas que realimentamos nuevamente en nuevos sueños. Y aunque los sueños son eso nomás según los agnósticos o incrédulos, el no creer en nada puede ser tan perjudicial como no tener imaginación. Y es irrebatible pensar que el libreto del mundo no está escrito, que se está escribiendo con la harina de lo soñado previamente.


Cómo no asombrarnos por cosas que pueden suceder, que graves momentos puedan cambiar, después del llanto de la pérdida, por ejemplo de un ser querido, pensamos que el futuro estará todo desteñido de tristeza. Pero es beneficiosamente amoroso el hecho que volvemos a la senda de pensar y de imaginar mundos posibles.

Mundos que no tienen los cimientos y parecen imposibles, pero el caprichoso devenir nos tiene siempre reservada una entrada para sentarnos en el balcón privilegiado de la vida, al comprobar lo que está hecho y lo que falta por hacer.

Sueños a los que hay darle cobertura, porque están hechos con la fugaz arcilla de la imaginación y tienen encendida la mecha de lo posible. Me gusta, prefiero creer, que los sueños no tienen cimientos…todavía, solamente por ahora. Porque se están construyendo con nuestra capacidad de llevarlos a la realidad, aunque demanden su tiempo porque también con cada uno de nuestros fallos y errores por alcanzarlos…avanzamos.

Desde un teléfono celular hasta un avión de última generación, nacieron como una ilusión de poder construirlos. Antes no había nada, pioneros tensando hilos para poder comunicarse y locos de atar que se pusieron alas postizas para poder volar. Hablo también de los músicos que describían los sonidos de la naturaleza y hoy son grandes composiciones sinfónicas, grabadas para siempre en la memoria de la gente, hablo de las palabras que ordenaron orfebres poetas y hoy son oasis de emociones, caldo de cultivo para los siempre nuevos escritores. En síntesis, una celebración por todo lo que se está haciendo y hace que la humanidad no se extravía de la belleza.

Muchos, que se quedaron en el camino, advirtieron hasta donde habían llegado y que por lo tanto se podía seguir fraguando esa frágil ilusión de lo posible. Y hoy, celular en mano y con aviones que dejaron atrás la incomodidad de largos viajes y potenciaron el poder de la comunicación, parece que nos están diciendo que ahora es nuestro turno. Porque sí podemos cambiar las cosas para una vida mejor, como es un compromiso que tenemos con los sueños de otros y con los propios.

Y… ¿se puede saber a qué vienen todo esto? Tómenlo como un combustible para mover los motores de la mente y seguir creyendo en los sueños Escribiendo o más bien descubriendo la poesía de lo que puede ser posible, y ser conscientes que, como todo ser que nace los primeros pasos son dificultosos. Pero qué bella tarea es descubrir un día que caminamos y vamos hacia el porvenir con nuestra hacienda de ideas, terminadas o a medio terminar… felices porque vamos tras lo posible.

César González Páez

martes, 14 de enero de 2014

Un poco de humor

Con presentadores así...



A pedido de su amigo, el célebre escritor Córneta Martínez, se avino a presentarle la novedad editorial ante un selecto público. Esto fue lo que dijo:

                                                             
Señoras, señores: Leonard Tell que poco antes de morir dijo "sospecho que voy a tener más paz de la que necesito", estaba firmemente convencido que  el oficio de escritor es un sacerdocio sin sotana, que por otra parte ni los mismos curas usan. La procesión de la creación va por dentro y los resultados pueden ser inesperados, como por ejemplo que un colectivo lo deje cerca de su casa. Esta obra que me toca prologar carece de todo estímulo para el lector, no se advierte alguna señal de esperanza que pueda mejorar a futuro
Es sencillamente una basura impresentable, hay que tener coraje para adentrarse en un alud de nada, carece de puntuaciones. Y si ahora hablo de este libro es porque mi amigo, al que le debo muchos favores y le advertí que tratándose de presentación de libros  soy imparcial. Y le advertí a mi amigo de años que él estaba bendecido por mi amistad pero no por la lectura.
Le aconsejé que lea más, que se fije dónde pone los puntos y las comas, pero la ambición de ver su primer libro salir de la imprenta y en circulación, no resistió la idea de hacer este lanzamiento. El título ya me da arcadas “Pandemoniun de cerezas”, un poemario de triste factura que se deja leer de un tirón y que no marcará ‘un antes y un después’ en las letras ¿Se entiende?
Amigo querido, vos te lo buscaste, pero si hay algo bueno que decir de tu libro o de este lanzamiento, es que el novel escritor ha hecho preparar unos deliciosos bocadillos y el vino que eligió no tiene reproche alguno. ¡Suerte para otra vez, amigo!  Ah, y no dejen de comprar el libro que comento hoy, pues se va a tardar mucho en encontrar otro esperpento y necesitarán un ejemplo para saber qué es meter la pata en el hormiguero lírico.
No te pongas mal por mi disertación, amigo, después de todo recuerda la frase esa que dice que hay mucho que aprender de los errores. Y ahora vayamos por una copa ¿Si?


Comentario

Crónica de UN Reconocimiento de agradecidos lectores


Poe Enrique Ostuni


El, martes 26 de noviembre del 2013, los asistentes al acto de la presentación formal de cuatro libros de César González Paez, compartíamos unánimes sentimientos de agradecimiento porque teníamos algo en común: ¡Haber leído a César!
  De los presentes, algunos conocían sus escritos como periodista, otros fueron además lectores de algunos de sus cuentos, un grupo más pequeño -que tengo la suerte de integrar- conocíamos también sus virtudes de poeta disparador de emociones y pensamientos reflexivos.
Creo no equivocarme al asegurar que quienes escuchamos a Toni Carmona y a Mario Casartelli referirse a las variadas formas en la que sabe expresarse César, asentíamos complacidos por ser parte del grupo de lectores entusiastas de este excepcional creador literario.
Contentos estábamos porque César se hubiera decidido a participar de una reunión multitudinaria superando su proverbial discreción.
También estuvieron los privilegiados compañeros de ‘la redacción’ que disfrutan desde hace mucho de la convivencia con tal ‘buen tipo’.
Me sorprendió saber que César también es músico y que compuso la medolía para varios de sus poemas.
 Para los amigos que no estuvieron presentes, les adjunto estas “perlitas” extraídas de “Jarabe de cuentos”, “Luna de Menta”, “Sombra de Boleros” y “Anclajes”, títulos de las creaciones de César gonzález Paez presentadas ayer:   
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“HABITANTE DE LA PLAZA”  de César González Paez
(pág 155 “JARABE DE CUENTOS” ‘SERVILIBRO’ enero 2005)
Siempre en domingo, iba a la plaza para encontrarla, para decirle lo que sentía y no se animaba. Élla, a las cuatro, ya encontraba la fresca sombra. Inquieto el viento, en sus cabellos se le enredaba. Qué envidia daba que aquella brisa la acariciara y él envidiaba que la sonrisa le arrebatara.
Siempre en sus juegos de solitario él la veía, leyendo un libro que, infaltable, era de versos. Así, la tarde se ador-mecía en muy quietas horas y él la miraba, como un cuadro añejo que vio en la sala de algún museo. No supo entonces si sonreía o si era de ensueño, pues ella atraía el mirar risueño hacia cualquier parte.
"Tal vez un día -pensaba él-, justo un domingo que el aire falte, le silbaré al oído la canción del viento. Yo peinaré su pelo, alisaré su falda y ella me contará su gran secreto: que es de mármol y que su corazón hace tiempo dejó de amar, cuando el cincel del escultor la dio por concluida y la abandonó a su suerte de fría piedra".
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“SEÑAL”  de César González Paez
(pág 11 “LUNA DE MENTA”  ‘SERVILIBRO’ feb 2005)



Ese lápiz que lleva el verdulero
como una lanza arriba de su oreja
no le dicta solamente cifras
de mezquinas cuentas a favor.
No.
Creo que, en verdad, le susurra
plegarias aún no atendidas,
le inspira cuentos venturosos
y poemas que se desprenden
como témpanos.
Le enseña un poco de gramática
y la cadencia del asombro.
Él no alcanza a comprender
de dónde proviene el estallido
que le impone la palabra
y le obliga a ver todo distinto.
Sospecha que la gracia concedida
es un estado de locura aceptable,
vislumbra que ese artefacto de grafito
le saca puntas a su vida
y le da brillo.
Con mesura lo afila cada noche
en un aula para adultos.

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Un poema

La espera 

Y entonces vino el invierno
cargado de estrellas frías,
con su bostezo animal de aliento helado,
imantando tu mirada de escarcha.

Vino, como viene lo inevitable
sin argumentos, sin pedir permiso,
susurrando al oido el viento oportuno,
sin que me diera cuenta, el adios.

Junté las cenizas del delicioso fuego
que ardían en las noches largas,
las palabras que te nombraban
y tracé una línea entre el ayer y ahora.

Te dibujé en los pasos que te llevaban,
ocaso de besos se iban con la menuda huella
y supe en silencio, no que te perdía,
sino que me extraviaba en la soledad.

La fugacidad de un momento me alumbró.
La esperanza como una flor silvestre
me nació en los páramos del alma:
allí donde se empecina lo imposible.

Creció y quebró hielos la esperanza,
cómo decirle que no a esta hada terca
que me invadió con su aroma posible.
y se hizo de luz tu sonrisa futura.



                                                    César González Páez