Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

martes, 4 de junio de 2013

Al Borde

No digas
nunca…



César González Páez
aporcesar@gmail.com

No digas nunca: Por aquí no pasaré, de esta agua no beberé, en estos sueños no me voy a embarcar, por este río no navegaré o de este modo jamás me conduciré. Porque cada valla que nos proponemos son en realidad barrotes que no nos dejan salir de los prejuicios. Es tan cambiante el destino y las razones de esos cambios no están agendados para cada uno de los seres humanos que todavía vemos el pasto desde arriba. Desde que nacimos no hemos otra cosa que cambiar, hemos cambiado los juegos simples, las alegrías inocentes y los sueños más nobles por las petulancias de la adultez, hemos adoptado la consigna de llevarnos el mundo por delante y no ser menos que nadie. La normal ambición de ser alguien en este mundo y sobrevivir dignamente.

Con el tiempo nos hemos equivocado al cifrar nuestra esperanza en otra persona, nos han engañado tal vez y ha sido duro aprender a costa de la desilusión, esos don los costos de la experiencia que hay que asumir.

Hemos pasado por el llanto de los que se han ido y que fueron pilares de cómo somos ahora, hablo de nuestros ancestros que de mil maneras nos han enseñado, con las palabras del oportuno consejo o el ejemplo de hacer el bien que es más efectivo que las palabras. Hemos amado mucho y hemos tenido también que volver a empezar, hemos cosechado enemigos tal vez o demasiado amigos, en todos los extremos se siembra la duda.

La vida nos ha prestado los días, el destino las oportunidades, los sueños la esperanza y con semejante equipaje tratamos de honrar la vida que nos ha tocado en suerte. Menuda disciplina es no equivocarse y es vasto el campo sembrado de tentaciones, por todos esos caminos habremos de pasar o ya estamos pasando sin comprender a cabalidad el propósito de nuestra existencia. Por eso no digas nunca que esto es el borde hasta donde se puede llegar, pues es demasiado amplio el espectro de posibilidades y allí, en el desierto más desolado, el azar pone su semilla y los frutos que darán depende de cómo cuides lo que vendrá. De pensar así significa que no estamos hechos para entender la mutación de las cosas y de los hechos, de allí la terquedad de poner barrotes a nuestra propia jaula. Una pequeña revisión de vida nos dirá claramente que vamos pasando por alegrías y tristezas, por momentos de tener mucho y por otros de austeridad. Pero en la pobreza o en la riqueza, tanto emocional como financiera, tendrá que estar presente el orgullo de sentirnos vivos y saber que los días que nos quedan seguirán poniéndonos a prueba. Por eso hay que desechar las posturas extremas, apuntar al bien, a lo que nos mejora como personas. Saber y estar conscientes siempre que la belleza de la vida es como la de la rosa, que en su plenitud se sostiene en su tallo de espinas.

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