Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

martes, 11 de mayo de 2010

En cada frase una historia

Por César González Páez

Hay dichos populares que los investigadores de la lengua se encargan de buscarle sus orígen y resultan que son dichos a medias, porque quienes citan, desconocen o nos les conviene, lo que verdaderamente quieren decir.
Va un ejemplo, el sencillo refrán "El que tiene boca se equivoca", hasta ahí todo bien para muchos quieren defender un error propio y su derecho a meter la pata. Pero el dicho completo es como sigue, según los entendidos: "El que tiene boca se equivoca y el que tiene seso no dice eso".
Cosas minúsculas, los pequeños errores crean daños mayores y para eso hay un refrán, también mal citado por muchos. Es el que dice "Por un clavo se pierde la herradura", que nos está tratando de decir que podemos perder el zapato por algo que onideramos minúsculo. En pocas palabras, por el descuido en un detalle, algo que le restamos importancia, puede crearnos un dolor de cabeza. El dicho completo es "Por un clavo se pierde la herradura, el caballo y el caballero". Saquen sus propias conclusiones, no hay acto que no tenga su resonancia en otros efectos. La teoría del caos nos enseña que una chispa provoca grandes incendios.
Pero aquí estamos hablando de refranes que nos ahorran de dar tantas vueltas a cualquier asunto. Hay uno simpático: "Me sacas de las casillas", para quienes se ponen impacientes porque otro le molesta, les cuento por si sirva, que esta frase deviene del juego de ajedrez. En donde al que va perdiendo les sacan las piezas de las casillas del tablero. Lo sacan de "sus" casillas, tiene razón de estar contrariado.
Otro dicho simpático es "Por plata baila el mono", según las deducciones de los académicos, los animales que algunos artistas callejeros solían enseñarles a hacer algunas piruetas, se ponían contentos cuando sonaba una moneda tirada por un transeúnte. Craso error, la pobre mascota no bailaba por la plata. En realidad el sonido de la moneda le hacía bailar la codicia a su dueño que, tal vez, premiara al mono con una banana. Y así, gracias a los proverbios y a las frases brillantes de filósofos y escritores, nos ahorramos un montón de disparates, si son citadas bien.

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