Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

martes, 15 de noviembre de 2011

Todos somos comediantes

Llega a mis manos un curioso libro, tanto por su título como por su portada color anaranjado
fosforescente, escrito por Antonio Ozores, un comediante español. A su libro de memorias, a la que todo actor o humorista llega un día, le puso como llamativo título: El oficio más viejo del
mundo. Para él, el oficio más antiguo del mundo es el de comediante, y se suma a la teoría de otros que dicen que la primera actividad rentable es la prestación de servicios sexuales. Adentrándome en el libro de Ozores, encuentro algo más que una simple crónica de hechos ocurridos en su larga trayectoria, encuentro consejos que pueden ser útiles para gente de teatro o cine y para gente común. Ejemplo, si usted va a escribir una novela o filmar un documental, cuídese de nombrar personas conocidas por todos. Lo que puede ser una intervención de humor con tal protagonista, tal vez ese personaje ya no está (se enfermó o murió), el chiste que quería hacer será tomado como una falta de respeto. Supongo que lo mismo debe ocurrir en artículos como estos, en los cuales a veces se critican hechos y personas que pierden vigencia, antes que este boletín esté en la calle.

Es irresistible que en algún momento de su vida usted piense que todo lo que ha vivido
merece la pena contarse y el libro amanece en las estanterías de las librerías como una gran novedad.
Sin embargo se encontrará que lo que escribió o no se entiende bien, o que le falta agilidad al texto, que si no hubiese contado tantos detalles mínimos la historia sería más
jugosa. Y ¿qué tenemos? Un libro más en el buzón del olvido. Cosa que no sucede con el texto de Ozores, editado por la editorial Norma. Es ameno y escrito en breves capítulos que son aprovechables por su clave de humor.


Pero volvamos al título del libro sobre la profesión más antigua. Dice que no lo eligió al azar. Después de visitar bibliotecas y consultar sobre el tema, se le iluminó la teoría de que el hombre, y sobre todo la mujer, lo primero que hizo al comienzo de su aparición en la Tierra fue mentir, fingir, interpretar. Y les pregunta a sus lectores: “¿Qué le dijo Eva a Adán para que tomara la manzana? Mentiras, naturalmente”.
Por ende, ser actor es algo que llevamos desde los pañales de la humanidad… hasta en el
presente. O qué creen que responde un esposo cuando su mujer le pregunta: “¿De dónde vienes a esta hora de la noche?”. Entonces surge el actor, diciendo la excusa más apropiada luciéndose con una historia de ficción  que, por supuesto, no es verdad.

 Y un consejo, si insiste en eso de escribir sus memorias, si le pasó algo bochornoso, una metida de pata, algo reprochable que lo haga quedar en ridículo. Diga que
eso le pasó a otro y que usted lo sabe de buena fuente, porque fue un testigo privilegiado. El
actor que hay en usted, como en cada uno de nosotros, se lo agradecerá.

Y ahora, retomando el tema de las autobiografías, se dará cuenta de que en la vida de cualquier ser humano hay grandes lagunas donde realmente no pasa nada singular o particular. Mejor omita ese capítulo que será aburrido hasta para usted mismo. Incluso si se la pasa diciendo que toda su vida fue feliz y lindezas por el estilo, terminará aburriendo con eso. A la gente le gustan los detalles jugosos o ese hecho singular que sólo le pudo ocurrir a usted. Anímese, la vida es bella.

C.G.P.

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