Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

jueves, 3 de junio de 2010

Una tuerca

César González Páez
cesarpaez@uhora.com.py

En una esquina céntrica de Asunción, sobre el asfalto, un automóvil vez, extravió una tuerca. Se le desprendió drásticamente y, desde luego, algo comenzará a funcionar mal. Tal vez se destrabó de una moto, es plateada y parece provenir de un móvil elegante. ¿Alguien la extravió y la extraña? ¿Le dieron de baja porque no ajustaba bien los bulones? Estos extravíos simples son los que provocan un comentario, Se dan cuenta cómo un adminículo en la calle, olvidado de su honrado uso, puede generar tema para un análisis.
Me propuse entonces deducir aceptándo desafío que no hay temas menores ni descartables y los cronistas deben buscar pepitas de temas cotidianos. Nada cuesta deducir, el filósofo dirá: Al mundo le falta un tornillo y ahora una tuerca. El político: Hay que ajustar las tuercas para que las cosas importantes no se salgan de su lugar. El economista: Si seguimos perdiendo tornillos y tuercas la economía se resentirá en gastos inútiles, hay que inventariar bien y todo saldrá mejor. El de estadísticas dirá que tuercas como esa se pierden una cada hora y que por mes mil tuercas están huérfanas o sin trabajo. Los sindicalistas dirán que las tuercas están hechas para servir y que no se las debe despedir por lo tanto irán al paro. Los inútiles se preguntarán: ¿para qué sirve? Un niño la levantará para jugar con ella y su padre le regañará por alzar del suelo cosas que, como el mundo sabe, están llenas de microbios. El poeta comenzará a escribir una poesía sobre la tuerca que perdió su senda.
Luego de tantas especulaciones la tuerca vuelve a quedar sola y espera, tal vez el raudal se la lleve y conoczca el submundo de las alcantarillas, un caminante le dará un puntapié para hacerse la ilusión de un gol. Así la tuerca se ensayará, a su estilo, el viaje a ninguna parte. Tal vez esté jubilada, pero todos sabemos que las tuercas siempre sirven para un uso determinado: ajustar de modo que una pieza no se despegue de la otra. Tiene una misión en el mundo, cuando alguien va a comprar en la ferretería la tuerca que se le salió en el trayecto, se va mirando el suelo por si la encuentra y así ahorrarse el desembolso. Porque uno, además, no puede ir a una ferretería a comprar solamente una tuerca, sino que tiene que llevar varias por las dudas. Porque parece ser que las tuercas son rebeldes sin causa y se pierden de pura diversión. Pero el destino de la tuerca desprendida de su oficio ha comenzado a tener sentido, ha sujetado la imaginación y nada cuesta creer, que su historia tendrá un final feliz. Por lo menos en eso de ser por un día protagonista estelar del comentario de un periodista que no se le ocurre nada mejor.

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