Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

miércoles, 20 de abril de 2011

Una tuerca

En una esquina céntrica de Asunción, sobre el asfalto, un automóvil extravió una tuerca. Se desprendió drásticamente y, desde luego, algo comenzará a funcionar mal en dicho rodado. Tal vez se destrabó de una moto, es plateada, cromada, y parece provenir de un móvil elegante. ¿Alguien la extravió y la extraña? ¿Le dieron de baja porque no ajustaba bien los bulones? Estos extravíos simples son los que provocan un comentario,
Se dan cuenta cómo un adminículo en la calle, olvidado de su honrado uso, puede generar tema para un análisis. Me propuse entonces deducir aceptándo desafío que no hay temas menores ni descartables y los cronistas deben buscar pepitas de temas cotidianos. Nada cuesta deducir, el filósofo dirá: Al mundo le falta un tornillo y ahora una tuerca. El político: Hay que ajustar las tuercas para que no se salgan de su lugar. El economista: Si seguimos perdiendo tornillos y tuercas la economía se resiente en gastos inútiles, hay que inventariar bien y todo saldrá mejor. El de estadísticas dirá que tuercas como esa se pierden una cada hora y que por mes mil tuercas están huérfanas o sin trabajo. Los sindicalistas dirán que las tuercas están hechas para servir y que no se las debe despedir. Los inútiles se preguntarán: ¿para qué sirve? Un niño la levantará para jugar con ella y su padre le regañará por alzar del suelo que, como el mundo sabe, está lleno de microbios.


La tuerca vuelve a quedar sola y espera, tal vez el raudal se la lleve, un caminante le dará un puntapié con ilusión de gol. Así la tuerca se ensayará a su estilo el viaje a ninguna parte. Tal vez esté jubilada, pero todos sabemos que las tuercas siempre sirven para un uso determinado: ajustar que una pieza no se despegue de la otra. Tiene una misión en el mundo, cuando alguien va a comprar en la ferretería la tuerca que se le salió en el trayecto, se va mirando el suelo por si la encuentra y así ahorrarse el desembolso. Porque uno, además, no puede ir a una ferretería a comprar solamente una tuerca, sino que tiene que llevar varias por las dudas. Por si son las tuercas rebeldes sin causa. Pero la tuerca ha comenzado a tener sentido, ha sujetado mi imaginación y nada cuesta creer, que su historia tendrá un final feliz, por lo menos en esto de ser por un día protagonista estelar de un comentario como este.









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