Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

viernes, 1 de febrero de 2013

Eco de una diva

Perfume número cinco




César González Páez

No es esa mirada de deseo, ni el suave sonido de una seda deslizándose por un cuerpo perfecto; es la pátina del tiempo que no se descorre como un obsesivo rimel adherido a un rostro bello. Hay un recuerdo siempre presente que tenía un nombre -como lo tiene ahora- Marilyn. y ya no hace falta hurgar en sus aniversarios para tenerla presente cuando se trata de invocar a la sensualidad.

Su mirada presente, su facciones pintadas hasta por Andy Warhol, su garbo de mujer fatal, su lejano perfume Chanel número cinco. Parece el extracto de una extraña pócima que atrae adeptos que jamás la concibieron viva, ni oyeron su voz susurrante que era secreto de Estado. Existió y embiste todavía una presencia transparente y sola, como ella lo pudo comprobar: el teléfono jamás sonaba ¿cómo invitar a alguien que seguramente tiene tantos compromisos? El teléfono no sonaba a tiempo y la soledad fue tejiéndose con su apacible pero mortífera red. La fama le pasaba la factura a pagar con altas dosis de soledad.

No existe su cuerpo pero sin embargo todavía hace una sombra que nos abruma y seduce. Fue una mujer criticada, envidiada, deseada, odiada, adulada, más era imposible ignorarla. Se paseaba por todos los sentimientos humanos de su época y abrevaba de la incomprensión y tal vez de la falta del afecto verdadero. No tuvo hijos pero dejó descendencia de admiradores y de mujeres que copiaron su estilo pero jamás llegaron a ese nivel tan decididamente suyo que seducía sin proponérselo que generaba emociones de todo tipo.

Transparente sigue sonriendo en sus películas, su voz se desliza aún provocativa en un álbum miles de veces reeditado. Es aún una mujer vestida de perfume y brindis de champagne, es el producto más acabado de Hollywood que todavía se vende sin asistentes. Es ella, la que marcó un antes y un después en el concepto mujer. Cada cita con ella en sus películas es revivir el número de la magia perfecta que nos engañe de nuevo, y sonría como si no se hubiera ido nunca.



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