Palabras, palabras...

Palabras, palabras...
Dibujo; César González Páez.

lunes, 19 de enero de 2015

Religión

Elogio de la
vida sencilla


Leo en un libro titulado Nuevas Rubaiyat del poeta persa Omar Khayyan, su extraño y versátil modo de interpretar las religiones, que define de infinitos modos pero especialmente que es una debilidad de la humanidad. Se refería a ese fenómeno de creer en una divinidad ciegamente, sin darse cuenta que la grandeza de Dios está en la creación y en las cosas simples, que no vemos y forman parte de nuestra vida. La lectura de estas “rubaiyat” reflexiones en versos, en el que el único cáliz era el vino que atempera la codicia y, para él, curiosamente vuelve al hombre más humano y transparente. Cuando digo  “hombre” me refiero a humanidad que la componen hombres y mujeres.
Leo este claro pensamiento cuando expresa que hay en la mezquita, en las sinagogas, en los monasterios religiones y sectas que temen al infierno y tienen fe en que habrá un premio. Y termina diciendo que los que conocen a Dios jamás siembran en corazón alguno tan raras semillas.
Entonces puede ser una de lección de este poeta de lo cotidiano y admirador de la obra de la creación, que propone dejar todo concepto religioso para acercarse humanamente a Dios. Acercarnos  con nuestras propias debilidades, pero atentos a los fenómenos de la naturaleza, con la convicción que una divinidad sólo puede tener allí su paraíso.
Admiraba la sinceridad en la manera de sentir, la transparencia de las almas que sólo la tienen las personas simples y los sabios. Después que se ocupa de eso que desvela a muchos, le llama la atención el transcurso del tiempo en cosas inútiles y la ingrata suerte  que “otorga bienes y fortunas al necio, al bribón y con ello priva al recatado y el insobornable”. El hombre, así como inventó las leyes de la justicia también encontró los medios para transgredirlas.
Y estos conceptos que parecen tan actuales fueron escritos en el año 1100 de nuestra era, lejanos tiempos definen la naturaleza y la debilidad del hombre, que no ha cambiado hasta hoy.
Por eso el poeta se refugió en la vida sencilla, y la alegría que sólo dan las cosas simples, beber un vino con una buena compañía, disfrutar de la belleza y compañía de las mujeres, pues si Dios las hizo así, sería un desaire a lo creado, no amarlas. No son sino estos escritos, clásicos de la literatura universal, pequeñas grandes lecciones de vida.


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